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El cambio climático también se hace notar en Copenhague. En julio de 2011, un solo aguacero causó en la capital danesa daños valorados en más de nueve millones de euros. Cada vez más a menudo, las condiciones meteorológicas extremas repercuten en barrios como Saint Kjeld, al norte de la ciudad. Alrededor de la plaza Tåsinge, por ejemplo, los edificios de ladrillo visto, muy característicos de los años treinta, sufren con frecuencia inundaciones en los sótanos. El subsuelo de los inmuebles podría estar recibiendo las aguas pluviales que la plaza rechaza. En efecto, hace unos años, los adoquines que la cubrían, típicos de Copenhague, fueron sustituidos por una capa de asfalto, más impermeable, para que la plaza se pudiera llenar de coches aparcados. El único pedazo de suelo capaz de absorber las aguas pluviales era un parterre central, pequeño e inhóspito, apenas usado como urinario de perros.Objeto de la intervención
En los últimos años, el Ayuntamiento de Copenhague ha hecho patente su voluntad política de adoptar una actitud resiliente ante el cambio climático. Entre otras medidas —como la reducción contundente del tráfico privado—, la ciudad ha decidido implementar la estrategia «azul y verde», que consiste en integrar la gestión del agua de lluvia con el incremento y el mantenimiento del verde urbano. Esto pasa por sustituir superficies asfaltadas e impermeables con áreas ajardinadas que tienen una mayor capacidad de absorción y retención de aguas pluviales durante las precipitaciones intensas.En el marco de esta estrategia, en 2013, el consistorio convocó un concurso para convertir la plaza Tåsinge en una zona verde. La reforma, que recibiría una inversión de más de dos millones de euros, tenía que reducir el espacio público destinado al vehículo privado y ofrecer al vecindario un lugar amable donde se expresaran los valores lúdicos, pedagógicos y ecológicos del agua.
Descripción
La propuesta ganadora se inspira en la idea de una pluvisilva en la que la lógica del agua determina la estructura del espacio. Desde el principio, un grupo de residentes desempeñaron un papel activo en la definición del proyecto, participando en el trabajo de un equipo interdisciplinar formado por paisajistas, ingenieros y artistas. Durante el proceso de concepción, la plaza acogió charlas, debates e instalaciones temporales que daban cuenta de la evolución del proyecto.La reforma realizada sustituyó mil metros cuadrados de asfalto con un nuevo jardín. La correlación entre la lluvia y la fertilidad se celebra a través de objetos escultóricos, como tres grandes paraguas metálicos que parecen conducir la lluvia hacia el subsuelo, un banco de madera con forma de ola o varias gotas de piedra que sirven para jugar o para sentarse.
En el lado occidental de la plaza, el menos húmedo, hay un montículo bautizado como el «Cerro del Sol», donde predominan los árboles y las hierbas altas. En el lado oriental hay un prado de flores y todo un muestrario de especies vegetales que representan los diversos biotopos del paisaje danés. En el lado sur, hay una plazoleta pavimentada con adoquines que permite acoger actividades vecinales. La vegetación la envuelve para protegerla del lado norte, donde aún circulan y aparcan algunos coches.
Valoración
Desde antes de la inauguración, los vecinos de los alrededores de la plaza Tåsinge se han reunido en un comité que organiza actividades y que hace seguimiento del mantenimiento de la jardinería. La plaza es un pequeño oasis eternamente inacabado que respira y crece como las plantas que lo habitan. Es cierto que poco puede hacer, por sí solo, un jardín tan pequeño contra la inmensidad del cambio climático. Sin embargo, el lugar contiene una potente carga pedagógica y constituye un ejemplo a seguir que, replicado en una constelación de pequeños espacios verdes a lo largo y ancho de la ciudad, puede contribuir a cambiar las cosas. Contra la hegemonía del asfalto, el suelo vegetal reduce el espacio dedicado a los coches y, por lo tanto, contribuye a la disminución de emisiones de efecto invernadero. Contra la hegemonía del asfalto, el suelo vegetal puede acoger plantas que fijan el dióxido de carbono liberado en el aire y que, por lo tanto, mejoran la salud de las personas. Contra la hegemonía del asfalto, el suelo vegetal amortigua en gran medida el efecto isla de calor y reduce el coeficiente de escorrentía del suelo urbano, es decir, la proporción de agua de precipitación atmosférica que, en lugar de penetrar naturalmente en el subsuelo, debe ser canalizada a través de costosas redes de saneamiento. A fin de cuentas, no es poca cosa.David Bravo
Traducción de Maria Llopis
[Última actualización: 18/06/2018]