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La abundancia de recintos industriales y la baja densidad edificatoria explican que el distrito de Valby, al suroeste de Copenhague, quedara bastante aislado del resto de la trama urbana. En 2006, el Ayuntamiento se encontró con una oportunidad para enmendar esa marginalidad. La cervecera Carlsberg, una de las mayores del mundo, decidió cerrar la histórica factoría que tenía en el barrio desde el siglo XIX para concentrar toda la producción danesa en la localidad de Fredericia. En el recinto fabril, poblado de jardines históricos y bellas construcciones decimonónicas, solo permanecerían las oficinas de la compañía y una pequeña destilería artesanal.Aunque situaba a Valby en el incierto sendero de tantas otras ciudades europeas que se enfrentan al fenómeno de la desindustrialización, el cierre planteaba la posibilidad de desarrollar un nuevo tejido que conectara el barrio con el limítrofe distrito de Vesterbro. A este efecto, el consistorio convocó un concurso internacional para la concepción de un nuevo vecindario que, plenamente respetuoso con el patrimonio industrial del lugar, debía parecerse a un centro histórico caracterizado por la alta densidad, la mixtura de usos y la profusión de plazoletas y callejuelas.
Sin embargo, la clausura de la fábrica en 2008 coincidió con el estallido de la crisis económica y la materialización del proyecto se truncó de repente. Los jardines, las naves y los intersticios que las separan quedaron en silencio, a la espera de mejores tiempos. Es el caso de un gran porche metálico, cuadrado y exento, antiguamente usado para proteger la carga de camiones y que acabó dando cobijo a algunos coches mal aparcados. A pesar de todo, la compañía propietaria decidió dejar el recinto abierto para facilitar la visita de paseantes curiosos e, incluso, para promover determinadas apropiaciones que atrajeran la atención de la ciudad sobre el lugar.
Objeto de la intervención
En estas circunstancias y con la colaboración del Ayuntamiento y de dos fundaciones filantrópicas dedicadas a la promoción de los usos colectivos del entorno construido, la empresa convocó en 2010 un nuevo concurso, en este caso, de instalaciones efímeras. Se trataba de vigorizar las cualidades espaciales del recinto y propiciar su reactivación a través de la actuación en tres emplazamientos contiguos que sumaban veinticinco mil metros cuadrados. La iniciativa contaba con una inversión total de un millón de euros para impregnar los tres lugares, simultáneamente, de valores culturales, deportivos y artísticos.Uno de ellos era la explanada de acceso a una antigua planta embotelladora, que acogió actividades como conferencias, ferias de libros, conciertos y fiestas. Otro era una superficie pavimentada que se transformó en una zona en la que disfrutar, como practicante o espectador, de deportes eminentemente urbanos como el baloncesto, el skateboarding o el parkour. El tercer emplazamiento, situado entre los dos anteriores, era el porche metálico para cargar camiones, donde se plantó una poética instalación denominada «Rebskoven» («Bosque de cuerdas»).
Descripción
La instalación consistió en suspender del techo del porche 3.500 segmentos verticales de cuerda blanca. Separadas un metro unas de otras, las cuerdas cubren todo el techo formando una matriz ortogonal de mil metros cuadrados. Todas ellas tienen veintidós milímetros de grosor, suman en conjunto una longitud de casi catorce kilómetros y superan las tres toneladas de peso total añadido. La mayoría cuelgan hasta un palmo a ras de suelo formando un laberinto de pasadizos bidireccionales. Pero algunas se acortan paulatinamente para generar bajo el porche cavidades abovedadas que aclaran el espesor del laberinto y permiten dar cabida a ciertos eventos, como fiestas y conciertos. Sus cabos inferiores están rematados con impregnaciones de color naranja que evitan que se deshilachen y que recalcan las superficies cóncavas que definen. Fuertemente sujetas en el paramento inferior del porche mediante una retícula de perfiles metálicos, las cuerdas soportan el peso de una persona y pueden usarse para columpiarse. Los perfiles también soportan luminarias que de noche llenan de claridad el «Bosque de cuerdas».Valoración
La espesor del «Bosque de cuerdas» oculta los pilares que sostienen el porche dándole un aire ingrávido y misterioso. El efecto se multiplica cuando sopla el viento y las cuerdas se arremolinan como algas bajo corrientes marinas. Adentrarse en él es una experiencia sensorial que atrae a muchos visitantes de la fábrica, que sienten curiosidad tanto por su belleza como por su inutilidad. Efectivamente y en contraste con las dos explanadas colaterales, siempre vivas y llenas de actividades bien determinadas, el «Bosque de cuerdas» destaca por una falta de finalidad que refuerza su naturaleza poética.Bien es cierto que la compañía cervecera puede sacar réditos inmobiliarios de unas instalaciones que resaltan el atractivo de un recinto privado pendiente de convertirse algún día en un nuevo barrio. Pero no lo es menos que ha sabido hacerlo con un espíritu solidario y estimulante, en colaboración con entidades sin ánimo de lucro y haciendo causa común para que Valby pueda ingresar en la conciencia colectiva de Copenhague.
David Bravo
Traducción de Maria Llopis
[Última actualización: 18/06/2018]