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El Palast der Republik [palacio de la República] era un importante edificio del céntrico distrito berlinés de Mitte. Situado a orillas del río Spree, al final de la famosa avenida Unter der Linden, el edificio presidía, junto con la catedral de Berlín, la Schlossplatz [plaza del Castillo]. Se construyó sobre los cimientos del Berliner Stadtschloss, el antiguo castillo que daba nombre a la plaza y que, después de ser la residencia de los reyes y emperadores de Prusia durante 400 años, quedó gravemente afectado por los bombardeos aliados de 1945 y fue definitivamente demolido en el año 1950 por las autoridades de la RDA, que lo consideraban un símbolo del imperialismo prusiano.Cuando se inauguró, en 1976, el Palast der Republik era uno de los edificios públicos más ambiciosos de la República Democrática de Alemania. De planta rectangular, tenía una longitud de 180 metros, una anchura de 85 metros y una altura de 32 metros. Albergaba, por un lado, la sede del Volkskammer, el Parlamento de la RDA, y, por otro lado, un inmenso auditorio donde se reunía, cada cinco años, el Partido Socialista Unificado de Alemania [SED]. Además, el edificio gozaba de una intensa vida social y cultural. Aparte del auditorio, donde se celebraban espectáculos de artistas nacionales e internacionales, el palacio también tenía un pequeño teatro, una galería de exposiciones, un restaurante de categoría, una cafetería-heladería, una discoteca, una bolera y una oficina de correos que abría todos los días.
En 1990, un mes antes de la reunificación de las dos Alemanias, en el Palast der Republik se detectó la presencia de fibras de amianto, altamente nocivas para la salud, por lo que el edificio fue clausurado. Después de ocho años de abandono, en 1998 se puso en marcha una costosa intervención con el fin de retirar totalmente el amianto. En el año 2003 el edificio quedó desmantelado: solo quedaba una imponente carcasa estructural de acero y hormigón prefabricado que contenía un gigantesco y brutal espacio vacío.
En noviembre de 2003, el Bundestag [Parlamento alemán] decidió la demolición total de la estructura. Dada la proximidad de la catedral, esta operación era sumamente delicada y compleja, y suponía un coste de más de 12 millones de euros. Tras convocar diversos concursos internacionales de arquitectura, se decidió que un parque ocuparía el emplazamiento de forma provisional, hasta conseguir reunir los fondos necesarios –más de 600 millones de euros– para la construcción del Foro Humboldt, un complejo formado por el Museo de Culturas Extraeuropeas, la Biblioteca Central y Regional de Berlín y la Colección Científica de la Universidad Humboldt. La fachada de este nuevo complejo reproduciría fielmente la del antiguo palacio imperial prusiano, el Berliner Stadtschloss, demolido en el año 1950.
Objeto de la intervención
Este proyecto fue el detonante de la polarización y la intensificación de un debate público que, desde la década de 1990, giraba en torno al futuro del lugar. Por un lado, los defensores del castillo querían la demolición total del palacio y la reconstrucción del edificio imperial prusiano; por otro lado, los defensores del palacio reclamaban la conservación de la gigantesca estructura como escenario de diversas actividades temporales pluridisciplinares. En un momento determinado, la polémica embarrancó en la pantanosa cuestión de las connotaciones estéticas de la fachada. Mientras unos opinaban que el muro cortina reflectante de bronce del Palast der Republik era sencillamente horrible y que revivía el recuerdo de la arquitectura opresora del régimen caído, otros sostenían que la reproducción literal de la fachada barroca del Berliner Stadtschloss era más propia de un parque temático de Disney que del centro de Berlín.Llegados a este punto, los defensores de la conservación del palacio se organizaron en torno a una plataforma denominada Volkspalast [palacio del pueblo], que tenía como objetivo provocar un cambio de paradigma en el debate: en vez de discutir sobre la fachada de uno y otro edificio, había que centrarse en el uso que debía darse al lugar. Se trataba de entender la estructura existente como una valiosa oportunidad para reflexionar sobre cómo debe ser un gran equipamiento cultural del siglo XXI. El Volkspalast debía funcionar como un prototipo experimental de centro cultural multifuncional que permitiese generar nuevas ideas programáticas y tipológicas para el futuro.
Descripción
La extensa red de iniciativas que aglutinaba el Volkspalast se estructuró en torno a seis ámbitos programáticos diferenciados: conciertos, ópera, instalaciones artísticas, exposiciones, asociacionismo y cultura, y deporte juvenil. Paralelamente se empezó a desarrollar una serie de estrategias dirigidas a actuar sobre la estructura existente, a fin de habilitarla como escenario del programa que se estaba gestando. Sin embargo, los miembros de la iniciativa no disponían ni de planos actualizados del estado de la estructura ni de permiso para entrar en su perímetro, que estaba cerrado y bien custodiado. Tampoco había ninguna fuente de financiación para el desarrollo de las actividades programadas.Durante la primavera de 2002, después de una intensa campaña informativa y reivindicativa, la idea de introducir usos temporales en la estructura del Palast der Republik ya había despertado muestras de interés en algunos sectores políticos y culturales de Berlín. Tras muchas reuniones con la Administración, se alcanzó una solución de mínimos. La habilitación del espacio, presupuestada en poco más de 100.000 euros, estaría financiada por dos patrocinadores privados, quedaría limitada a determinadas partes del edificio y debería garantizar la seguridad total ante los riesgos derivados de su ocupación masiva. Por otro lado, el programa de actividades culturales, presupuestado en 280.000 euros, quedaría sufragado por la ciudad.
Así, entre los años 2002 y 2005, más de 300.000 personas visitaron el Volkspalast y pudieron disfrutar de una amplia y variada oferta de actividades culturales, como el campeonato mundial de break-dance, el concierto de los legendarios músicos de rock berlineses Einstuerzende Neubauten [nombre que pertinentemente se traduce como “edificios nuevos derrumbándose”], la escultura de una montaña de 44 metros de altura o la instalación que convirtió el interior del edificio en un gran embalse de agua donde los visitantes podían navegar en pequeñas barcas inflables. Del 26 de enero al 10 de mayo de 2005, el artista noruego Lars Ramberg instaló sobre la cubierta del palacio unas letras luminosas de 6 metros de altura que formaban la palabra “ZWEIFEL” [duda], visibles desde numerosos puntos de la ciudad. Cuando, el 6 de febrero de 2006, empezó a demolerse el edificio, todavía no había fondos económicos para la construcción del Foro Humboldt.
Valoración
En una ciudad dividida durante 40 años entre dos mundos opuestos, la presencia de testimonios arquitectónicos de esta separación puede resultar un peso doloroso. Quizá por eso Berlín ha experimentado, desde la caída del muro, un intenso proceso de renovación urbanística que, en un intento de materializar la reunificación, parece optar por olvidar la existencia de ese capítulo de su memoria histórica. Para los berlineses que vivieron en aquel periodo, el Palast der Republik puede representar tanto la inhóspita sede de un régimen opresor como el recuerdo de una innovadora casa de cultura para el pueblo.Los miembros de la iniciativa Volkspalast, en su mayoría demasiado jóvenes como para tener recuerdos impregnados de susceptibilidades, no eran una panda de marxistas nostálgicos intentando resucitar el socialismo. Eran artistas, pensadores, diseñadores, actores y arquitectos que querían aprovechar la oportunidad que ofrecía la existencia de una formidable estructura, bien ejecutada, en buen estado de conservación y con una inmejorable situación urbana, para replantearse el modelo de centro cultural multifuncional del siglo XXI.
El mismo error que se cometió en el año 1950, cuando las autoridades de la RDA se deshicieron del Berliner Stadtschloss porque lo consideraban un símbolo del imperialismo prusiano, se comete ahora con la demolición del Palast der Republik. Aun así, la experiencia del Volkspalast demostró con éxito que, reinventando el uso de un edificio simbólico, es posible neutralizar sus connotaciones negativas y conservarlo para el futuro como testimonio inofensivo de una historia que ya no se puede borrar.
David Bravo │ Traducción de Maria Llopis
[Última actualización: 18/06/2018]