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Terras da Costa es un barrio de chabolas en Costa de Caparica, en las afueras de Lisboa. Mayoritariamente habitado por gente procedente de las islas africanas de Cabo Verde y de la comunidad rom, con un 45 % de su población menor de 18 años, sus viviendas se localizan en una reserva agrícola y ecológica. El asentamiento se originó en los años setenta con unas primeras casas de arrendatarios que cultivaban la tierra y no fue hasta principios del año 2000 que se expande por la ocupación y construcción de suelo vacante. Desconectado de la trama urbana de Lisboa y con el estigma de la ilegalidad, el barrio tiene el principal problema en el carácter precario de sus casas, donde no llega el agua corriente y, solo recientemente, la red legal de electricidad. Aparte de estas condiciones de vida, la comunidad sufre el aislamiento y la invisibilidad y, ello, a pesar de que está formada por dos etnias diferentes que, compartiendo las mismas carencias, han sabido crear un sentido de colectividad que se ha ido reforzando a lo largo de los años.Objeto de la intervención
La imposibilidad de poder intervenir en las casas estimuló un proyecto desarrollado durante cinco años con el supuesto fundamental de construir un sentido de espacio público y común. En otras palabras, abrir un proceso de debate entre los habitantes dirigido a la invención de un nuevo barrio construido desde lo colectivo. El trabajo fue liderado por tres entidades: ateliermob, Colectivo Warehouse y los miembros de la comunidad, que discutieron juntos las necesidades de sus habitantes y las posibilidades de actuación en el espacio exterior. Todas las discusiones se centraron en torno a las prácticas socioespaciales y las urgencias de la población. Mediante un proceso de participación intenso, el programa se centró en las necesidades más prioritarias y la más importante de todas ellas era el acceso al agua, que había que situar en un punto cercano a las casas. El primer paso fue la construcción de una cocina comunitaria con una estructura multifuncional que se convirtiera en el espacio colectivo del barrio pero que, al mismo tiempo, fuera una estructura para invitar «a los de fuera» a visitar el área y, así, contribuir a una mayor visibilidad de esta comunidad de Costa de Caparica.Descripción
En la perspectiva de crear un nuevo futuro para el barrio, la cocina ha sido proyectada para convertirse en un verdadero espacio comunitario con un diseño que da respuesta principalmente a las funciones prácticas como el abastecimiento de agua potable y otras funciones de saneamiento. Hasta entonces, los residentes tenían la fuente más cercana a un kilómetro de distancia. Su costumbre de comer juntos que se veía dificultada por la falta de un espacio adecuado tiene ahora una zona habilitada como comedor que facilita esa tradición. El edificio consiste en una construcción sencilla de madera en forma de L y cerramientos de persiana que permiten una relación muy permeable con el exterior. Además del punto de agua y el equipamiento para cocinar, su distribución sirve para una multiplicidad de usos como el espacio de colada y un patio al aire libre bien delimitado por la nueva construcción. A la vez, la cocina como lugar de encuentro de la comunidad para cocinar y comer se planteó como el espacio de todos los debates, el escenario de las discusiones colectivas, donde se tengan se cuenta las prácticas preexistentes y poder inventar nuevas posibilidades.Valoración
La cocina ha sido, sin lugar a dudas, el comienzo de un proceso de rehabitar que no ha estado exento de resistencias especialmente durante la fase de su edificación. Pero no ha supuesto ningún impedimento para que el proyecto haya podido extender sus límites iniciales de actuación cuando las autoridades locales se involucraron precisamente en dar una solución de futuro para la rehabitación dentro del perímetro de la ciudad de Costa de Caparica. En este momento, esto se ha convertido en el principal objetivo de todo el trabajo y se ha visto favorecido con la creación de una comisión vecinal que ha permitido llevar a cabo las primeras reuniones entre el municipio y los residentes. Este hecho ha sido esencial para el reconocimiento de unas prácticas socioespaciales que no dependen de las condiciones de vida presentes. El derecho a la ciudad reclamado por sus habitantes y la preservación de sus identidades culturales como una riqueza urbana son los dos elementos de partida para su integración en la ciudad.
Teresa Navas
[Última actualización: 11/12/2019]
