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El polígono residencial del parque de Meyrin fue construido en la década de 1960 según los principios de la arquitectura moderna, lo que supuso la transformación del municipio de Meyrin, de 3.000 habitantes en aquellos momentos, en una ciudad de 15.000. El proyecto de los arquitectos Georges Addor y Louis Payot hizo tabla rasa con la topografía del lugar: la primera acción fue nivelar la pequeña colina existente que, presumiblemente, daba nombre al topónimo «Les Boudines», para instalar los edificios según los ideales urbanísticos de planificación, organización y estandarización que habían sido preconizados por los CIAM, los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna, celebrados durante el periodo de entreguerras del siglo XX, que tanta influencia han tenido en el mundo del urbanismo.
Hoy, el parque de Meyrin forma parte del patrimonio arquitectónico de su ciudad. En el conjunto, integrado por ocho barras de viviendas de nueve pisos, predomina la ortogonalidad marcada sobre un terreno perfectamente plano, con unos espacios urbanos generosos para el peatón, que transcurren por debajo de los edificios sobre pilotes y por los caminos que atraviesan amplias extensiones de verde, interrumpidas por pequeños matorrales. Este espacio, rodeado por una construcción residencial caracterizada por su uniformidad, provoca una pérdida de la percepción del espacio geográfico. El desconocimiento de la topografía original y la dificultad de ver el horizonte oculto por los edificios condenaron al polígono a ser un espacio genérico, sin referencias en el lugar.
Objeto de la intervención
El encargo que hizo el municipio consistió en el diseño y la producción de una obra de arte en el parque de Meyrin, al lado de un equipamiento escolar, la École des Boudines, que había sido recientemente renovado. En las prescripciones del proyecto se incluyó la obligación de plantar nueve árboles a lo largo del perímetro, que los autores acabaron integrando en la pieza y sirvió para promover la participación de los escolares en los trabajos hortícolas.
El objetivo de base fue la restitución de la situación geográfica original cincuenta años después de haber estado radicalmente alterada a causa de la urbanización del polígono. Emplazada en uno de los espacios libres entre las edificaciones, la obra se impuso la modificación del terreno para provocar con su presencia una experiencia particular en los habitantes y en los visitantes o las personas que están de paso en el lugar.
Al mismo tiempo, la escultura paisaje tenía la voluntad de ser un jardín a escala de los niños. Su expresión plástica tenía que ofrecer a los chiquillos una pedagogía de los sentidos y una experiencia física de la variedad de situaciones de las superficies curvas y plegadas.
Descripción
«La infancia del pliegue» es una escultura paisaje que se extiende en el terreno y que ocupa una superficie de 2.200 m2. Sus formas interpretan plásticamente las fuerzas geológicas que engendraron el macizo del Jura, el llamado plegamiento jurásico, hoy invisible pero muy cercano al polígono. Reconociendo la simplicidad y el carácter elemental de los materiales del entorno, el proyecto artístico ha querido imponer formas singulares en el continuum del espacio cotidiano. El terreno presenta un desnivel máximo de 1,40 metros en rampas y taludes que configuran un juego de curvas y volúmenes conectados por tres avenidas. La sucesión de desniveles, pequeñas colinas y valles crean una figura topográfica de plegamientos, caracterizada por las líneas de contacto entre la cobertura vegetal y la mineral. Frente a la ortogonalidad del espacio abierto del polígono, la pieza delinea un horizonte envolvente y curvilíneo. Su orientación noroeste y sureste, coincide con el gran movimiento topográfico del macizo del Jura y el llano de Ginebra.
Los materiales de la intervención son los emblemáticos del parque de Meyrin: la mezcla bituminosa, el césped y el aluminio, muy presente en las fachadas de los edificios. La incidencia de la luz natural sobre la textura del grano del asfalto va cambiando a lo largo del día, por acción de las condiciones atmosféricas y también según la posición del observador; el contraste de sombra y de sol confiere tonalidades de blanco y amarillo mientras que la superficie mojada se convierte en un espejo que refleja las luces y los colores del cielo sobre la superficie de la pieza.
Valoración
Como en tantas otras operaciones urbanísticas, el parque de Meyrin fue concebido como un espacio de dos dimensiones, que olvidó la tercera dimensión protagonizada por el relieve preexistente. En sintonía con la poética de su nombre, la intervención realizada ha apostado por el retorno a los pliegues de la topografía natural y, a la horizontalidad manifiesta del edificio escolar se contraponen las curvas y los volúmenes de la superficie esculpida. Un proyecto artístico que ha exacerbado la relación de un suelo artificial con un suelo natural o, en otras palabas, de un suelo inerte, de asfalto, con uno vivo, gracias a la combinación de la cobertura mineral y vegetal.
«La infancia del pliegue» y el patrimonio arquitectónico y urbano del parque de Meyrin se encuentran en el espacio de la antigua hondonada del paisaje original. Es el encuentro de dos sistemas formales opuestos donde la obra asume el papel de ser un rincón consolador de las formas estrictas del urbanismo del polígono de viviendas.
Lúdica y estética al mismo tiempo, la instalación es propicia para el vagabundeo tanto del cuerpo como del espíritu. La medida de los pliegues adaptada a los niños y su ondulación amable incitan a la fantasía cuando uno se sienta en sus concavidades o sobre las crestas de sus colinas en miniatura, cautivado por una contemplación evocadora que ha transformado la plaza de la escuela de los Boudines en un objeto de disfrute que se encuentra entre el land art y el paisajismo, entre la geografía y la geología recuperada.
Teresa Navas
[Última actualización: 09/03/2022]