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Pese a estar situado en la periferia de Malmö, el polígono residencial de Kroksbäck queda cerca del centro en bicicleta. Se construyó en los años sesenta y, una década más tarde, se le dotó de un parque central de veintiséis hectáreas formado por estanques artificiales y prados de césped ondulados. Todo ello, junto con la ausencia de coches ─que solo pueden circular por el perímetro─ y la profusión de equipamientos deportivos ─como campos de fútbol y una pista de hielo─ ha propiciado que un buen número de estudiantes resida en Kroksbäck. Los jóvenes conviven con población migrada de todo el mundo, atraída por la asequibilidad de sus bloques de pisos, buena parte de los cuales son de protección oficial o propiedad de cooperativas de vivienda.Objeto de la intervención
La diversidad cultural del sector ha sido objeto de numerosos proyectos de integración social que a menudo se han centrado en los niños. Desde principios de siglo, el Ayuntamiento ha instalado varios parques infantiles que destacan por su carácter único e innovador y que pretenden fomentar las actividades compartidas en el exterior a través del juego y el deporte informal. En esta línea, en 2007 se encargó a un artista sueco que concibiera una intervención para el parque de Kroksbäck. La instalación debía conjugar el valor estético y artístico con el papel de catalizador del encuentro y la interacción de gente distinta. La primera función daría representatividad al barrio y realzaría el orgullo de pertenencia de sus habitantes. La segunda fomentaría la convivencia y el disfrute de un espacio público que, en un clima como el sueco, no siempre invita a salir de casa.Descripción
La instalación propuesta recibe el nombre de Puckelboll, que combina el sufijo característico de los juegos de pelota con el término sueco puckel, que designa la joroba. El carácter bromista de este apelativo se explica por el hecho de que el Puckelboll es un campo de fútbol tan jorobado que, más que con la voluntad del pie, el balón se mueve por el azar de la topografía. Se trata de un terreno de juego de mil metros cuadrados, con cuarenta metros de largo por veinticinco de ancho. Lo cubre una estera de césped artificial plantado sobre un lecho de granulados de goma y grava que describe hoyos y montículos de diferentes alturas.Los cuatro bordes perimetrales, cada uno de los cuales tiene un perfil sinuoso específico, están resueltos con módulos de hormigón prefabricado de seis metros de largo. Las porterías, que también son distintas, están hechas con un perfil tortuoso esculpido en fibra de vidrio. Por la noche, cuatro postes de alumbrado, torcidos y de gran altura, garantizan la iluminación del campo. Antes de la construcción se realizaron pruebas de drenaje y desgaste con una maqueta cuadrada de dos metros y medio de lado. Se convocó a vecinos y asociaciones juveniles de la zona a varias reuniones explicativas, tanto en la fase de proyecto como durante la ejecución de la obra, en la que participaron activamente.
Valoración
Una vez inaugurado, el Puckelboll se ha convertido en una atracción de éxito para jóvenes y niños, tanto del propio barrio como de más allá. Por un lado, el campo se ha convertido en un punto de reunión y de interacción social que anima a la gente a divertirse fuera de casa. Más que la habilidad de los jugadores, en este extraño campo deportivo rigen los caprichos de la suerte. Ello hace que la diferencia de edad y de sexo no influya mucho en el resultado del juego. De este modo, más que una confrontación competitiva y excluyente, los partidos se convierten en una experiencia compartida, llena de sorpresas y diversión, que invita a formas más imaginativas de jugar. Por otro lado, su paisaje fotogénico y excéntrico ha centrado por una vez el foco de atención de medios locales e internacionales en un polígono periférico acostumbrado a ser arrinconado.David Bravo Bordas, arquitecto.
[Última actualización: 02/05/2018]