Estado anterior
Hasta muy entrado el siglo XX, ningún puente cruzaba el río Besòs para comunicar Barcelona con Santa Coloma de Gramenet. Esto hizo que, a pesar de su proximidad con la ciudad, el pequeño núcleo rural mantuviera un marcado aire bucólico, muy apreciado por una parte de la burguesía barcelonesa, que construyó allí suntuosas casas de veraneo. Sin embargo, a partir de los años veinte, las olas migratorias que llegaban a Barcelona encontrando trabajo pero no vivienda hicieron que Santa Coloma experimentara un crecimiento desbocado y caótico que la convirtió repentinamente en una ciudad dormitorio. En cincuenta años, el municipio pasó de tener poco menos de tres mil habitantes a superar los cien mil.Bajo los efectos de la urgencia y la especulación, barrios obreros como Singuerlin o Can Franquesa rodearon las antiguas mansiones burguesas adoptando los nombres de las familias que las habían construido. Las pronunciadas pendientes de la cordillera de Marina no inhibieron la expansión de estos barrios, que presentaban serios problemas de accesibilidad y movilidad. Las políticas de mejora urbana desarrolladas durante la democracia fueron corrigiendo las carencias de urbanización, de infraestructuras y de equipamientos, pero los problemas derivados de la accidentada topografía persistieron. Aunque el transporte público y el vehículo privado facilitaban el acceso a las cotas más altas, el desplazamiento de los peatones aún se veía sumamente penalizado.
Objeto de la intervención
En 2005, el Ayuntamiento de Santa Coloma de Gramenet inició un plan de mejora de la movilidad y la accesibilidad peatonal. El objetivo del plan, que recibió una inversión de casi un millón de euros, era mejorar la conexión entre los principales puntos servidos por el transporte público (metro y autobús) y las viviendas más remotas de los barrios más densamente poblados.Descripción
Ejecutada al cabo de cinco años, la primera fase del plan supuso la instalación de veinte escaleras mecánicas y cuatro rampas que salvan en total un desnivel de casi ciento treinta metros. Las nuevas infraestructuras han sido un pretexto para renovar los espacios públicos que las acogen y para mejorar su urbanización en función de las necesidades particulares de cada caso. Están instaladas en diez puntos estratégicamente elegidos para dar continuidad a los desplazamientos de los peatones, en función de su flujo potencial y del grado de penalización derivado del desnivel. Los diez puntos se concentran en cinco barrios distintos.Uno de ellos es el sector que rodea la estación de metro de Fondo, principal punto de acceso en transporte público a Santa Coloma, donde dos nuevas escaleras mecánicas superan una caída de siete metros y medio. Los cuatro restantes son barrios caracterizados por su densidad y su altitud. En el barrio de Oliveres se han abierto cuatro nuevos recorridos servidos por una rampa y nueve escaleras que salvan un desnivel total de más de cincuenta metros. En el barrio de la Riera Alta, se han creado dos itinerarios asistidos por cuatro escaleras mecánicas que suben casi veinte metros. El par de escaleras mecánicas del barrio de la Guinardera facilita un ascenso de dieciocho metros y las tres instaladas en el barrio de Can Franquesa suman cerca de veinte. Por último, el barrio de Singuerlin consta de dos nuevas rampas que suavizan una subida de más de doce metros.
Valoración
En Santa Coloma de Gramenet se hace evidente hasta qué punto la urgencia puede hacer que la ciudad crezca insensatamente, sin atender a la topografía ni esperar a las infraestructuras. También cómo esa urgencia acaba teniendo un precio para la calidad de vida de los ciudadanos. La instalación de los nuevos accesos mecánicos es una solución a posteriori que no resuelve completamente los problemas estructurales de un tejido urbano de crecimiento caótico y vertiginoso. Sin embargo, no hay duda de que es una clara contribución a la mejora de la accesibilidad y la movilidad de sus peatones.David Bravo Bordas, arquitecto
[Última actualización: 02/05/2018]