Estado anterior
La Laguna de la Feria era un brazo menor que el río Guadalquivir formaba al norte de las murallas de Sevilla, entre los actuales barrios de la Macarena y la Feria. En 1574 el conde de Barajas hizo desecar sus terrenos pantanosos para convertirlos en un paseo arbolado denominado Alameda de Hércules. Con una longitud de cerca de medio kilómetro y una anchura de sesenta metros, este formidable salón urbano es aún hoy el espacio público más extenso del casco histórico. Fue concebido como una terna de vías paralelas y flanqueadas por hileras de álamos que recorre longitudinalmente la antigua laguna de norte a sur. La vía central se equipó con bellos surtidores que abastecían a la población de agua de la fuente del Arzobispo y su extremo meridional fue culminado con una pareja de columnas extraídas de un templo romano dedicado a Hércules y situado en la actual calle Mármoles. Las columnas se coronaron con dos estatuas del escultor Diego de Pesquera. Una de ellas representaba a Hércules, el fundador mitológico de la ciudad, y la otra a Julio César, el responsable de la construcción de sus primeras murallas.Desde su creación, la Alameda de Hércules ha sido objeto de varias intervenciones. En 1764 se instalaron tres nuevas fuentes, se recolocó el arbolado y se complementaron las primeras columnas con una nueva pareja situada en la cabecera septentrional y coronada, en esta ocasión, con las estatuas de dos leones esculpidas por Cayetano de Acosta. En la remodelación de 1876 los pedestales de las cuatro columnas se circundaron con rejas y fosos; en 1936 se abrieron las dos vías laterales a la circulación de vehículos y se crearon dos nuevas vías transversales que dividían el paseo en tres sectores; en 2001 se instalaron dos quioscos de bebidas de estilo neorromántico. Como resultado de esta sucesión de intervenciones parciales e inconexas, más afortunadas las unas que las otras, el paseo acabó perdiendo su carácter unitario y su esplendor inicial. Su pavimento estaba cubierto con el albero que se usa en las plazas de toros, una solución que tiñe muchos espacios públicos andaluces de un característico tono ocre pero que, sin un mantenimiento laborioso, se embarra en invierno y levanta polvo en verano. Muchos ejemplares de álamo estaban en mal estado o habían muerto y el deterioro y la fragmentación del espacio generaban confusión en los usos y daban pie a la ocupación caótica de algunas superficies con terrazas de bar desorganizadas o con vehículos mal aparcados.
Objeto de la intervención
En 2004, la delegación municipal de participación ciudadana creó una comisión que, bajo el lema “La alameda que te gusta”, se dedicó a recoger las demandas de los sevillanos respecto a este espacio público tan emblemático. La voluntad popular quedó recogida en un programa de necesidades que permitió al departamento de urbanismo del ayuntamiento convocar un concurso de arquitectura para regenerar el paseo, adaptarlo a las necesidades de la ciudad actual y devolverle la representatividad perdida. Más allá de la primera campaña, la participación ciudadana acompañó el desarrollo del proyecto elegido y el transcurso de las obras posteriores.Descripción
Durante estas obras, se ha repoblado la menguada arboleda con cinco plataneros y trescientos cincuenta almezos, especies particularmente recomendadas por el servicio municipal de parques y jardines dada su capacidad de adaptación a los rigores del verano sevillano. Su rápido crecimiento hará que en pocos años sean altos y frondosos y que den sombra a los paseantes. Los ejemplares más viejos del paseo central se han respetado entendiendo que, a medida que desaparezcan, se irá esclareciendo el espacio que separa las dos parejas de columnas hasta que acaben por verse mutuamente.También se ha pavimentado el suelo con un adoquín especialmente diseñado y acabado con una capa de un color ocre parecido al del albero preexistente. Gracias a su forma de doble rombo las piezas se ensamblan formando juntas en zig-zag y se adaptan fácilmente a las suaves ondulaciones de la topografía. Ello ha permitido liberar las columnas de rejas y fosos y hundir muy sutilmente el pavimento que las rodea para que las recoja a ras de su base. La mayor parte de la superficie es ahora exclusivamente peatonal, salvo las dos vías laterales, donde la circulación de vehículos se ha reducido a la mínima expresión. El pavimento cubre indistintamente ambas zonas y los pasos rodados sólo están delimitados por hitos de hormigón del mismo color ocre. Los hitos emergen del pavimento como si fueran el resultado de la extrusión vertical de un módulo de seis adoquines.
En los extremos y en el centro del paseo se han instalado tres fuentes constituidas por surtidores empotrados en el suelo, de los que brotan chorros verticales para el disfrute de los niños o nubes de agua pulverizada que refrescan el ambiente. Alrededor de estas fuentes, piezas de gres antideslizante sustituyen los adoquines ocres del resto del firme. Aunque son iguales en forma, tamaño y aparejo, están revestidas con un esmalte de color azul o blanco (los colores con que tradicionalmente se señalan las fuentes en Sevilla) y reproducen sobre el plano del suelo grandes dibujos que remarcan la presencia de agua. El dibujo de la fuente central representa dos números de gran tamaño, un 1574 y un 2007, que son, respectivamente, el año de creación de la Alameda de Hércules y el año inicialmente previsto para la finalización de las obras de esta última remodelación.
Nuevos quioscos acompañan a los instalados en 2001 y diluyen su protagonismo sin contradecirlos. Secundan con cierta ironía el estilo neorromántico de los preexistentes pero son más pequeños y se despliegan como biombos para definir ámbitos determinados donde instalar las mesas y las sillas de las terrazas. Se protegen del sol con grandes pérgolas de siete metros de altura, constituidas por soportes verticales de hormigón en forma de T de donde cuelgan paneles ligeros de aluminio pintados de blanco, azul y amarillo. Bajo las pérgolas y cerca de los quioscos hay bancos de hormigón prefabricado y teñido en masa de color amarillo.
Cerca de las columnas del extremo meridional hay un reloj de tres caras que reposa sobre un pilar de acero. El pilar tiene un volumen troncopiramidal y se inclina respetuosamente para no entrar en competición con la verticalidad de sus vecinas. A lo largo de las dos vías laterales hay hileras de farolas arqueadas y aparejadas de dos en dos. En el subsuelo se ha instalado un sistema de recogida neumática de basura y se han renovado el alcantarillado y los servicios de suministro de agua, gas y electricidad.
Valoración
La Alameda de Hércules ha recuperado la dignidad de otros tiempos a través de una intervención que, sin renunciar al uso imaginativo de un lenguaje contemporáneo, se ha esforzado por conocer y entender su historia. Este esfuerzo ha permitido resolver problemas del pasado con soluciones del presente. En algunos casos se trataba de problemas perpetuos, intrínsecos a la naturaleza del lugar, como la severidad del sol sevillano. Si antes se le combatía con las sombras de los álamos, hoy, cuando los árboles grandes son escasos y los nuevos aún no han crecido lo suficiente, se le neutraliza con altas pérgolas que aumentan la representatividad del lugar. Si antes se apaciguaba su calor con bellos surtidores que bebían de la fuente del Arzobispo, hoy se aplaca con pulverizadores rodeados por grandes dibujos que adquieren una gran visibilidad en los mapas de satélite que los ciudadanos consultan cada vez con mayor frecuencia en Internet. En otros casos, se han asimilado con irónica tolerancia los errores sobrevenidos durante las sucesivas intervenciones que ha sufrido el lugar. Los quioscos neorrománticos de 2001, por ejemplo, se han integrado y diluido en el conjunto en vez de ser costosamente retirados.También se han tenido que replantear soluciones entrañables pero inviables. El nuevo firme de adoquines ha sustituido el característico albero, conservando su color, su ductilidad y su continuidad, pero dejando atrás su falta de consistencia, el barro y el polvo. El hecho de que los adoquines se adapten indistintamente a diferentes situaciones, como en las áreas exclusivamente peatonales o en las zonas de paso de vehículos, ha permitido que el espacio adquiera una apariencia mucho más unitaria. Gracias a la adaptabilidad topográfica de su aparejo, han liberado el paseo de barreras arquitectónicas y de obstáculos como rejas y fuentes, permitiendo que se puedan celebrar en ese espacio eventos multitudinarios. Pero, gracias a la expresividad de los dibujos azules y blancos que señalan las fuentes, el espacio ha ganado unidad y versatilidad sin convertirse en un lugar desangelado.
David Bravo Bordas, arquitecto
[Última actualización: 02/05/2018]