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El pronunciado meandro que el Garona describe a su paso por el centro de Burdeos explica que el histórico barrio portuario de la capital de Aquitania, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2007, sea popularmente conocido como el Port de la Lune (Puerto de la Luna). Entendiendo el río como una defensa natural y reservando la orilla derecha al suelo agrícola y natural, la mayor parte de la ciudad se desarrolló en la orilla izquierda que, desde el siglo XVI y hasta finales del XX, fue un importante foco de actividad mercantil. El siglo XVIII dejó como testigos del periodo de máximo apogeo del puerto una rica fachada fluvial constituida por majestuosos edificios neoclásicos de piedra caliza y un espacio público tan emblemático como la Place de la Bourse (Plaza de la Bolsa), inaugurada en 1749 y encargada de representar la prosperidad de la ciudad ante los numerosos viajeros que llegaban por el río. Poco más de medio siglo después la acompañaría en esa labor la Place des Quinconces, una extensa explanada flanqueada por dos bosques de árboles plantados a tresbolillo e igualmente asomada sobre el Garona. A finales del siglo XX, sin embargo, la necesidad de modernizar las instalaciones portuarias desplazó la actividad mercantil aguas abajo, hacia Bassens y hacia Verdon-sur-Mer, y en buena parte de los muelles del Port de la Lune quedó poco más que aparcamientos superficiales y solares industriales yermos.Objeto de la intervención
La ciudad se dedicó entonces a reflexionar acerca del tipo de relación que quería mantener con el río. Así surgieron ambiciosos proyectos que perseguían la reconquista cívica de sus orillas, como la construcción de nuevos puentes que complementaran los únicos tres existentes o la creación de una red de tranvía que resiguiera el frente fluvial. Esta infraestructura de transporte público, que entró en funcionamiento en 2005, estuvo acompañada por una política que priorizaba en el casco antiguo la movilidad peatonal por encima de la del tráfico privado y que supuso la construcción de nuevos aparcamientos en la periferia. Ello permitía prescindir de los aparcamientos superficiales de los muelles que, al mismo tiempo, con el paso del tranvía, requerían ser remodelados y abiertos a todo el mundo. Precedida por un concurso internacional convocado en 1998, la actuación supuso siete años de obras, la urbanización de casi medio millón de metros cuadrados y una inversión, por parte de la Communauté Urbaine de Bordeaux, de setenta y ocho millones de euros.Descripción
A lo largo de más de cuatro kilómetros y medio de frente fluvial y sobre la franja de aproximadamente ochenta metros de ancho que separa el tranvía del Garona, los muelles se han estructurado a partir de una variada secuencia de espacios simples como explanadas, prados y jardines que ofrecen un soporte versátil y apto para múltiples actividades. Están surcados longitudinalmente por recorridos que canalizan de forma equitativa y funcional las diferentes formas de movilidad de peatones, ciclistas, vehículos privados, transportes públicos y flujos de mercancías. Les acompañan franjas vegetales que brotan del Parc Saint Michel, situado en el extremo meridional del Port de la Lune, y se alargan por la orilla izquierda con mayor o menor intensidad, en función de las calidades de los espacios que cruzan.A partir del Parc Saint Michel, los muelles de Sainte-Croix, de La Monnaie, de La Grave y de Salinières constituyen el tramo de la intervención en que la franja verde es más densa y en que el espacio se asoma más preferentemente hacia el río que hacia la ciudad para acoger actividades relacionadas con sus aguas, como la navegación, el atraque de embarcaciones, los baños o las piscinas. Más abajo del Pont de Pierre, a partir del muelle de Richelieu, la intervención toma paulatinamente un cariz más urbano y la vegetación pierde intensidad para que el paseo fluvial se relacione más íntimamente con la ciudad. Aquí, el espacio debe acoger usos más multitudinarios e intensivos, como los mercados temporales, los espectáculos culturales o las competiciones deportivas.
En el muelle de La Douane, hay una gran explanada rectangular y pavimentada que permite que la Place de la Bourse se abra francamente hacia el río. Se la ha bautizado como el Espejo de Agua porque está equipada con una serie de surtidores que la cubren con una lámina líquida que refleja el cielo y la majestuosa fachada neoclásica de la plaza. Eventualmente, la explanada se vacía de agua y deja al descubierto su empedrado de “cale bordelaise”, el pavimento con que históricamente se ha urbanizado Burdeos, para acoger eventos multitudinarios. Antes de llegar a tocar el río, la explanada cae formando una amplia escalinata que invita a sentarse para disfrutar de su contemplación. Al pie de la escalinata discurre el paseo peatonal y la pista ciclista, resueltos con un tendido de hormigón teñido de ocre que hace juego con el color de las fachadas neoclásicas de piedra caliza.
A ambos lados de la explanada, hay dos conjuntos de parterres rectangulares denominados Jardines de Luz y plantados con vegetación baja que no entorpece la visión de la fachada urbana. Al pie de esta fachada se ha dinamizado la actividad de los bajos comerciales a través de la ampliación de la acera y de la ordenación de las terrazas, el aparcamiento y la entrega de mercancías. Casi medio kilómetro aguas abajo, la transformación del muelle de Louis XVIII en un gran prado que recibe el nombre de Prairie des Girondins permite que la gran explanada de la Place des Quinconces se prolongue hasta tocar el Garona. Aún más abajo, en el muelle de Chartrons, los antiguos galpones de los comerciantes de vino han sido rehabilitados para acoger varios usos que dinamizan el río.
Valoración
Precedida por dos operaciones de gran envergadura tan afortunadas como el desplazamiento de una zona industrial y el despliegue de una red de transporte público, la reconquista de la orilla izquierda del Garona no podía consistir más que en sacar el máximo provecho de un frente fluvial repleto de cualidades. La intervención ha salvado el peligro de caer en soluciones excesivamente concretas, diseñadas o pintorescas que podrían haber amortiguado la majestuosidad de elementos históricos como la fachada urbana, la Place de la Bourse o la Place des Quinconces. Lejos de todo ello, ha sabido desplegar un repertorio de elementos paisajísticos simples y abstractos que establecen un diálogo respetuoso con las preexistencias y las ponen en relación con el río. Al mismo tiempo, ha sido capaz de dotarlos del grado de versatilidad suficiente para que los bordeleses se los adueñen de las formas más diversas.David Bravo Bordas, arquitecto
[Última actualización: 26/05/2023]
