Estado anterior
La Vaguada de las Llanas cruza toda la península de Santander hasta llegar a la playa del Sardinero. Antiguamente había sido un estuario pantanoso en el que las aguas del riachuelo que le da nombre se encontraban con las del océano Atlántico. Había pequeñas explotaciones agrícolas que convivían con las dunas y los carrizales de un espacio de elevado valor natural. A partir de mediados del siglo XIX, cuando la burguesía castellana y madrileña descubrió el atractivo turístico de la capital cantábrica, se desarrolló a orillas de la playa una ciudad jardín que supuso el soterramiento del tramo final del curso fluvial y la interrupción de la entrada de las mareas al estuario. A principios del siglo XX, la construcción del estadio de fútbol del Sardinero –acompañado recientemente por el Palacio de Deportes de Santander– acabó de romper la conexión geográfica entre el valle y la playa.Desconectada y poco accesible, la vaguada se convirtió en un espacio deteriorado y marginal que marcaba el límite norte de la ciudad consolidada, dejando únicamente al otro lado los barrios periféricos de Cueto y Monte. A lo largo de décadas, se vertieron en ella de forma indiscriminada basura, escombros y aguas residuales que dañaron de forma paulatina su ecosistema. También se levantó una línea aérea de alta tensión y algunas edificaciones ilegales. Con la construcción de la autovía S-20 en la ladera norte del valle, su penoso estado quedó expuesto a la vista de cuantos accedían a la ciudad por el noroeste.
Objeto de la intervención
La cesión de suelo público derivada de las promociones residenciales de las zonas de Valdenoja y La Pereda, en el lado norte de esta vía rápida, permitió al ayuntamiento hacerse con los terrenos de la vaguada. De repente, su recuperación medioambiental, largamente reclamada por amplios sectores de la población, se convertía en una posibilidad real. Santander tenía la oportunidad irrepetible de contar con un gran pulmón verde que, con los presentes y futuros crecimientos urbanísticos de Cueto y Monte, ocuparía una posición central dentro de la ciudad. Con este objetivo, y paralelamente a una controversia mediática entre el ayuntamiento y el gobierno autonómico de Cantabria acerca de su financiación, se convocó un concurso para construir el Parque Atlántico de la Vaguada de las Llanas.Descripción
La obra ejecutada hasta el momento corresponde a la primera de las tres fases en que se divide la recuperación total de la vaguada. Ocupa su tercio oriental, con una superficie de cerca de 30 hectáreas, y queda enmarcado por el campus de la Universidad de Cantabria, al sur, la autovía S-20, al norte, la Bajada del Polio, a poniente, y el Palacio de Deportes de Santander, a levante. Cerca de este edificio se halla el acceso principal, que cuenta con una zona de aparcamiento pavimentada con adoquines agujereados para que crezca el césped entre ellos. También puede accederse desde el campus universitario y desde tres puntos del margen de la autovía, donde se han practicado sendos pasos cebra que conectan el parque con el barrio de Cueto.Delante del acceso principal se encuentra un anfiteatro formado por dos graderías que caen hacia poniente y cuyo telón de fondo es un gran lago artificial que ocupa toda la zona central del parque. Con un perímetro irregular que recuerda la silueta del océano Atlántico, buena parte de la superficie del lago está ocupada por carrizales, juncos, espadañas y lirios, que forman un tapiz vegetal habitado por una gran variedad de aves y anfibios. Queda atravesado por varias pasarelas de madera y lo bordea una red de recorridos pavimentados y un carril bici de dos kilómetros y medio de longitud. En los límites del llano central hay taludes escalonados con jardineras de madera en los que se exponen gran variedad de especies vegetales procedentes de todas las latitudes de la costa atlántica. Por encima de los taludes se hallan prados libres o plantados con diferentes especies de árboles, tanto autóctonas como de otras zonas del Atlántico.
Más arriba encontramos amplias zonas deportivas y de juegos infantiles, un gimnasio, una ludoteca y una cafetería con la cubierta ajardinada. El parque cuenta, asimismo, con una previsión de espacio para la construcción del futuro Museo de Cantabria.
Valoración
Desde la presentación pública del proyecto, el nuevo Parque Atlántico de la Vaguada de las Llanas no ha dejado a nadie indiferente. Aparte de la citada disputa entre las dos administraciones promotoras, ha recibido duras críticas por parte de vecinos, partidos políticos y agrupaciones ecologistas que han denunciado la implantación de un modelo de parque que presenta, entre otros supuestos defectos, un elevado grado de urbanización, agresividad formal, un uso abusivo de especies vegetales no autóctonas o un reducido número de árboles plantados. En respuesta a esas acusaciones, se introdujeron durante las obras ciertas operaciones de mejora que encarecieron en un 40% el presupuesto inicial, lo que aún levantó más polvareda. Por su fuera poco, y en respuesta a la denuncia interpuesta por un grupo ecologista, la Confederación Hidrográfica del Norte abrió al ayuntamiento un expediente sancionador por lo que se consideraba una ocupación ilegal del cauce del riachuelo de Las Llanas. Se cursó una orden de derribo parcial de las obras ejecutadas, que ha sido recurrida por el consistorio.La situación generada es bastante confusa y probablemente se hubiera podido evitar con la concepción y explicación del proyecto en un proceso más participativo y transparente. Sin embargo, la naturaleza y la envergadura de la actuación requieren de un cierto tiempo para que pueda ser valorada con rigor y objetividad. Las agresiones al ecosistema de la vaguada se han sucedido con tanta virulencia y durante tantas décadas que, desde un punto de vista medioambiental, el valor real de las preexistencias no era nada evidente. El riachuelo ya era más bien un torrente esporádico y la presión urbanística de los alrededores le presagiaba un futuro poco prometedor. No es aventurado pensar que, a medio plazo, el emplazamiento tenía que perder su carácter periférico, casi rural, para integrarse dentro del tejido consolidado de una Santander en crecimiento que ya empezaba a rodearlo. En este sentido, puede entenderse que, más que la recuperación medioambiental de un espacio natural, la operación consiste en la consolidación de una periferia urbana desestructurada.
Ahora, la vaguada está claramente remarcada y consolidada como verde público. Ello la protege de la depredación edificatoria, al mismo tiempo que la convierte en una pieza clave en la integración física de diferentes tejidos urbanos. De barrera infranqueable y vertedero insalubre, ha pasado a ser un eje cívico que vertebra la estructura de la futura ciudad. También debe darse tiempo a los árboles plantados para que, una vez crecidos y frondosos, el parque merezca ser calificado de pulmón verde de la ciudad. Así pues, si se acepta su carácter urbano, se entiende que el uso de especies vegetales no autóctonas, junto con el de referencias formales a la geografía de las costas atlánticas, responde a una voluntad pedagógica y universalista que desea superar localismos y protecciones más pertinentes en un contexto natural. Con espíritu coleccionista, las especies vegetales recogidas de todas las latitudes del Atlántico se exponen en las jardineras escalonadas del parque como los libros en los anaqueles de una biblioteca pública.
David Bravo Bordas, arquitecto
[Última actualización: 02/05/2018]