Estado anterior
Pese a que los principales acuíferos de Madeira se encuentran al norte de la isla, la mayor parte de la población vive en la costa meridional, en municipios como Funchal y Câmara de Lobos, donde la escarpada orografía insular se suaviza ligeramente ofreciendo mejores condiciones para el cultivo. Desde el siglo XVI, la necesidad de agua potable supuso la construcción de una importante red de canales de regadío, las «levadas», que salvan con costosos túneles y acueductos los constantes obstáculos interpuestos por la topografía. A lo largo de toda su historia, la lucha por superar y dominar los accidentes topográficos ha marcado fuertemente la relación de los isleños con el territorio.La industria artesanal de Câmara de Lobos, dedicada sobre todo al secado de pescado y la extracción de sal, ha tenido que vérselas siempre con los abruptos terrenos costeros de roca basáltica, negra y densa, formada por la rápida solidificación de la lava volcánica al entrar en contacto con el mar. Los bancales, las terrazas y los muros de contención son elementos constantes de su bello paisaje litoral. Hoy en día, las industrias ancestrales han dado paso a una economía principalmente basada en el turismo, pero la lucha contra el agreste relieve sigue siendo tan vigente como siempre.
Objeto de la intervención
Con el cambio de siglo, la necesidad de adaptarse a esa nueva realidad económica llevó al ayuntamiento a plantearse una ambiciosa transformación del espacio ocupado por las antiguas salinas y el horno de cal. Se trataba de un lugar de gran belleza, pero estaba abandonado y obsoleto. Sin traicionar su esencia, la actuación debía renovar las estrategias tradicionales de domesticación del territorio, tan arraigadas en la cultura local, para adaptarlo a un uso más público y actual.Descripción
El nuevo Complexo das Salinas reúne en cerca de quince mil metros cuadrados un paseo marítimo, una plaza, unos jardines, unas piscinas públicas y una cafetería restaurante. Todo este programa se desarrolla en cuatro niveles principales, con fuertes diferencias de altura, que se adaptan a la compleja topografía de la base rocosa preexistente.En el nivel inferior, a seis metros por encima del mar, hay una gran plataforma con dos piscinas y un solárium que cae formando unas graderías hasta alcanzar la cota de una pequeña cala. La piscina más grande es rectangular y está situada en una esquina de la plataforma, de modo que, en dos de sus cuatro costados, parece que el agua esté en contacto con el mar y las rocas del fondo. Perfectamente orientada a sur, la plataforma está resguardada del norte por un muro de contención de unos quince metros de altura y revestido con sillares basálticos. Este muro, que es la base del paseo marítimo superior, contiene, en el nivel de las piscinas, servicios, vestuarios y la llegada de un núcleo vertical de ascensores y escaleras que comunican la plataforma con la parte más alta del complejo.
También se llega a las piscinas desde unas escaleras a cielo abierto que provienen de una terraza con vistas espléndidas situada a diez metros de altura sobre el nivel del mar. Aquí hay el antiguo horno de cal, que ha sido restaurado, y una cafetería protegida bajo una pérgola. Subiendo por unas escaleras descubiertas, se accede a un rellano situado a veinticuatro metros de altura, en el que hay un edificio de madera que contiene un restaurante. De ahí arranca el paseo marítimo, que resigue doscientos cincuenta metros de frente marítimo hasta llegar a una de las principales calles de acceso a la ciudad. Sobre el restaurante hay unos jardines con una estructura de postes y alambres preparados para que crezcan parras que den sombra. Aún más arriba, a treinta y siete metros de altura, hay una plaza mirador que cubre un aparcamiento subterráneo de tres plantas. De la plaza arranca una pasarela que va a buscar el tronco vertical del núcleo de ascensores que llega a la piscina.
Valoración
En un contexto tan abrupto y accidentado, la consecución de un suelo llano y horizontal es tan valiosa como lo sería, en otros casos, el cobijo de una cubierta. Siguiendo las estrategias tradicionalmente aplicadas por la agricultura, la industria o la arquitectura locales, la intervención transforma el relieve natural para obtener una serie de terrazas que, por su forma llana, se convierten de inmediato en lugares especiales y reconocibles. Ahora, sin embargo, estos lugares son espacios públicos y las posibilidades funcionales que se derivan de su condición horizontal se ofrecen al uso y disfrute de todo el mundo.No obstante, y de acuerdo con las leyes geométricas del desmonte y terraplenado, el precio de alcanzar esta horizontalidad es la aparición contundente de nuevas superficies verticales que modifican sensiblemente el paisaje natural. En una lección de franqueza constructiva, el Complexo das Salinas asume este hecho con toda naturalidad. Como una «levada», el muro basáltico del paseo marítimo despliega su majestuosa verticalidad sin romper el equilibrio del bello paisaje de rocas oscuras y escarpadas en el que se inserta.
David Bravo Bordas, arquitecto
[Última actualización: 02/05/2018]