El filósofo catalán reflexiona sobre el turismo, sus orígenes y su relación con las ciudades. Durante la ponencia, insiste en que pensar sobre el modelo de turismo de una ciudad pasa inevitablemente por pensar, antes, en el propio modelo de ciudad.
El filósofo Xavier Antich, profesor de Estética y Teoría del arte en la Universidad de Girona y presidente del patronato de la Fundación Antoni Tàpies, impartió el pasado 27 de abril la conferencia «Turismo, ciudad e identidad» en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB). La conferencia sirvió como clausura de la segunda edición del Máster en Turismo y Humanidades (UAB), y fue organizada conjuntamente con el Instituto de Humanidades. El director del máster, Miquel Flamarich, presentó el acto.
La idea coral de la conferencia es que actualmente no existe un enfoque adecuado en el debate sobre el turismo. Para Antich, este se centra demasiado en si el turismo nos perjudica o nos enriquece y no en lo importante: ¿cuál es el modelo de ciudad que queremos? Este modelo debe responder a la voluntad de los ciudadanos de vivir la ciudad como la desean, y debe responder, al mismo tiempo, a cómo quieren los ciudadanos que la ciudad sea presentada a los turistas. En palabras suyas: «el turismo no degrada la ciudad, es la ciudad la que se degrada a sí misma cuando es pensada para atraer a turistas».
El filósofo catalán desglosa la conferencia en cuatro bloques de ideas. En el primero, reflexiona acerca del turismo y el viaje en sí mismo. Estos, apunta, suponen el abandono de lo que es conocido y, por consiguiente, una experiencia de inseguridad y de transformación. Una transformación tanto del individuo que hace el viaje como de la comunidad que es visitada; pero que en la actualidad es cada vez menos intensa debido a la masificación del turismo y a la homogeneización de lo presentado.
En el segundo bloque, profundiza más en este último punto, y reflexiona sobre las ciudades marca. Cuando la ciudad se convierte en eso, «se ve extirpada de los procesos que la explican y la constituyen, y de los que depende la vida urbana». La ciudad experimenta, así, un proceso que puede ser leído de dos formas: por un lado, ve simplificada su identidad y se convierte en transparente y genérica; por otro lado, se produce una alienación de la propia historia mediante la fosilización de sus monumentos –convirtiéndose en objetos sagrados al tiempo que se les desprovee de la historia y los procesos que los expliquen–.
En esta situación donde las ciudades experimentan una expropiación del sentido conceptual que las contaba se produce un fenómeno de pobreza y de banalización de la experiencia del viaje. Por ello, en el tercer y cuarto bloque de ideas, Antich propone que el turismo, concebido como el «resultado de políticas institucionales y a menudo privadas, planificadas con el objetivo de definir atractivos y de encontrar los propios nichos de mercado», sea repensado ante la lógica mercantilista actual.
Tomando como ejemplo el modelo de la ciudad de Barcelona, que considera que se ha hecho de espaldas a la ciudadanía, propone que este sea sustituido por otro resultante de la participación de la ciudadanía y del asesoramiento de las humanidades y las ciencias humanas en la elaboración de las políticas mencionadas. La existencia de itinerarios históricos urbanos organizados por el MUHBA, tanto para barceloneses como para turistas, puede ser el inicio del camino que habría que seguir.