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2 diciembre 2014

La ciudad global o la urbanización infinita

Ekümenopolis │ Imre Azem │ Kibrifilm │ Turquía, 2011 │ 01:33:26 │ Turco > Inglés

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[Turco > Inglés │ 01:33:26]

Si las ciudades son un reflejo de la sociedad, ¿qué dice Estambul de nosotros? ¿Qué tipo de ciudad legaremos a las generaciones futuras? «Se han sobrepasado los límites ecológicos. Se han sobrepasado los límites económicos. Se han sobrepasado los límites demográficos. Se ha perdido la cohesión social. Este es el retrato del urbanismo neoliberal: Ecumenópolis».

Ecumenópolis: del griego οικουμένη («mundo») y πόλις (polis, que significa «ciudad»), por lo tanto, «una ciudad conformada por el mundo entero».

El término Ecumenópolis fue acuñado en 1967 por el urbanista griego Constantinos Doxiadis, en previsión de que, dados los índices de expansión demográfica y urbana, las ciudades acaben por fusionarse en una única megalópolis mundial. La expresión da título a este documental sobre el desarrollo urbanístico de Estambul, una de las mayores metrópolis europeas —si no la mayor, en competencia con Londres y Moscú—, con quince millones de habitantes y una superficie de 1.538 kilómetros cuadrados. Su crecimiento hasta la fecha —ha duplicado aproximadamente su población en dos décadas— y unas predicciones igualmente apabullantes —podría duplicar su población en la próxima década— concentran en una misma urbe la mayoría de las cuestiones que más afectan a las ciudades europeas.

Ekümenopolis empieza revisando la historia reciente de Estambul, que presenta muchas similitudes con otras grandes capitales europeas pero mantiene rasgos característicos únicos: un centro floreciente a principios del siglo XX, bulevares haussmanianos para el automóvil, migración de la población rural hacia la ciudad, expansión hacia los suburbios... A continuación, el documental pasa a describirnos cómo los poderes económicos conducen Estambul hacia el modelo de «ciudad global» y cómo el urbanismo resultante entra en conflicto con los intereses de muchos de sus ciudadanos.

Según Ekümenopolis, a partir de los años ochenta, las políticas neoliberales se adueñaron de Turquía fomentando una serie de privatizaciones que conformarían un nuevo paisaje urbano. Por su situación geoestratégica, Estambul debía convertirse en una capital financiera, comercial y cultural a caballo entre Europa y Asia. Ello debía conseguirse aplicando todas las recetas del manual neoliberal para atraer la inversión extranjera y generar polos de desarrollo: reconversión de zonas degradadas —desarrolladas con rapidez debido a la proliferación de asentamientos de gecekondu (chabolas)— en centros residenciales y de negocios premium, promoción de grandes infraestructuras como el tercer puente sobre el Bósforo o el Galataport, aprobación de normativas a medida del desarrollo, encargo de proyectos a arquitectos estrella, apertura de centros comerciales y de congresos, desarrollo de distritos financieros y cualquier otra medida «necesaria» que los poderes económicos, amparados por un gobierno autoritario, sugirieran.

El documental sostiene que estas políticas producen gentrificación, desatienden la política de vivienda social, provocan burbujas inmobiliarias, manifiestan un desprecio por el transporte público y la sostenibilidad y conllevan un número de daños colaterales que dificultan un urbanismo racional e integral.

Sin duda, entre esos daños colaterales se encuentra la ausencia de espacio público. Aunque el documental no profundiza en este aspecto mediante datos y hechos concretos, sí se refiere implícitamente a ellos mediante la elección del punto de vista, recurso fundamental de cualquier cineasta. Mientras las calles de los barrios antiguos de la ciudad, lejos de ser óptimos, se graban desde el punto de vista del peatón para resaltar la vitalidad de su vida social y comercial, las nuevas zonas de expansión se filman a vista de pájaro, acompañadas por sobrecogedoras músicas sinfónicas, reflejando así su menosprecio por el espacio público, tratado allí como un mero vacío residual entre edificios, exigido por la normativa pero estéril en cuanto al beneficio económico. Desde la distancia, no se percibe qué tipo de vida se desarrolla en estos espacios. Sin embargo, intuimos que no fomentan ningún tipo de interacción social. Parecería que la actitud del gobierno hacia el espacio público se asemeja a la del magnate de la construcción Ali Agaoglu, que considera que la vida social debería acontecer en el ámbito privado de los barrios cerrados y los centros comerciales de lujo. A fin de cuentas, «todo el mundo se merece vivir en una casa con piscina».

Es significativo que, tan solo dos años después de rodarse el documental, la chispa que encendió las manifestaciones en favor de la ampliación de los derechos sociales fue el proyecto de edificar un espacio público tan emblemático como es el Parque Gezi. Paradójicamente, la salvaje represión sobre los manifestantes dio lugar a un uso radicalmente innovador del espacio público, el originado por «El hombre de pie», que serviría de ejemplo a El Club del Libro de la Plaza Taksim.

 

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