La Catedrática de filosofía, Rosi Braidotti, nos ilustra brevemente sobre la relación entre la producción del conocimiento, la universidad, la ciudad y el espacio público.
La Catedrática de filosofía, Rosi Braidotti, nos ilustró brevemente, a «Espacios Compartidos», sobre la relación entre la producción del conocimiento, la universidad y el espacio público, después de ofrecer una conferencia sobre la Condición Posthumana al Centro de Cultura Contemporáneo de Barcelona (CCCB) el pasado noviembre de 2015. Empezando con la importancia histórica de las ciudades a Europa — puesto que, como recuerda, son más antiguas que el estado nación— Braidotti rápidamente orienta su reflexión sobre el espació pública hacia su hábitus y hábitat: la universidad, y la producción del conocimiento. Nos cuenta cómo el origen de ciudades tales como Boloña o Utrecht se encuentran claramente relacionados con la existencia de la universidad, y como esta relación tiene un efecto sobre el espacio público: espacios dónde uno podía leer, pensar, compartir conocimiento o no hacer nada. Como dice, los espacios públicos se definen según «la manera en que lo cívico interactúa con la producción del conocimiento».En el caso de la producción contemporánea del conocimiento, el uso de internet como principal fuente de información y principal tecnología de mediación genera cada vez espacios públicos más atomizados, donde los individuos no interaccionan entre sí. A demás, Braidotti ve el distanciamiento entre la ciudad y la universidad como un peligro, que ejemplifica con el caso de Boloña, donde la ciudad está vendiendo los edificios históricos de la universidad más antigua de Europa, que pasarán a tener usos comerciales. «Vendiendo la ciudad estamos perdiendo espacios públicos en los que se puede leer un libro y pensar», afirma, dificultando «la huida de la velocidad del consumismo y la dependencia de la mercantilización». Hacia el final de la entrevista, Braidotti nos introduce el poder de la tradición de los campaneros de la ciudad de Untrecht, donde ella viva. Según la catedrática, las campanas representan un código de comunicación que es material, manual y cívico de manera que se presenta mucho más respetuoso que el poder de las tecnologías de internet, siempre impregnados de efectos ambiguos sobre la construcción de espacios públicos cívicos.