Espacios compartidos conversa con Josep Llinàs, presidente del jurado de la séptima edición del Premio Europeo del Espacio Público Urbano.
Espacios compartidos ha conversado con Josep Llinàs sobre su concepción del espacio público, que es fruto de una experiencia directa, puesta a prueba una y otra vez en la práctica cotidiana del oficio. Quizá por la naturaleza empírica de su aproximación al hecho urbano, prefiere abordar la noción de espacio público tangencialmente, desde los márgenes, y no de manera central. Llinàs entiende que el espacio público urbano se define en los límites donde se encuentra con otros ámbitos, ya sean naturales o domésticos. La «línea» que separa estos dominios, «se adelanta y se retrasa», se refuerza o se interrumpe, para dejarse traspasar y hacer posible «el intercambio de actividades que le confieren sentido y interés a la idea de espacio público». Así, aunque a menudo se presenten como realidades opuestas, «la esfera pública y la privada se enriquecen allí donde se tocan», a través de la permeabilidad y de las «cesiones recíprocas de una a otra parte».
Llinàs ilustra esta idea con el caso de la biblioteca Jaume Fuster, resultado de un concurso público. Las bases de la convocatoria daban a los participantes la opción de situar el nuevo edificio allí donde les pareciera más oportuno, dentro del ámbito de la plaza de Lesseps. Éste es un escenario descoyuntado, atravesado por distintas vías rápidas, con una topografía irregular y un perímetro heterogéneo. Para Llinàs, no se trataba tanto de buscar la mejor situación para el equipamiento y de entender el espacio público como «espacio sobrante», tal como suele hacer la llamada arquitectura icónica. Al contrario, era necesario que el edificio se retirara educadamente ─civilizadamente─, para dar lugar al «mejor espacio público disponible». Y es que Barcelona, de modo especial, se presta a ser trabajada en negativo, excavando el «negro construido para ir encontrando la parte blanca, la parte pública de la ciudad».