Frédéric Gros visitó el CCCB el 26 de noviembre de 2014 para impartir la conferencia «Elogio de la aventura: paradojas de la seguridad». En su ponencia, el filósofo francés reivindicó el acto de caminar por la calle como una solución a los problemas que plantea hoy el concepto de seguridad.
El filósofo Frédéric Gros, profesor de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Paris-Est Créteil y de Pensamiento político en el Instituto de Estudios Políticos (Sciences-Po) de París, visitó el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) el 26 de noviembre de 2014 para impartir la conferencia «Elogio de la aventura: paradojas de la seguridad», enmarcada dentro del ciclo «Elogio de la aventura». El acto fue presentado por Miguel Morey, catedrático emérito de Filosofía en la Universidad de Barcelona. En su ponencia, el filósofo francés reivindicó el acto de caminar por la calle como una solución a los problemas que plantea hoy el concepto de seguridad.
Gros comenzó repasando los diferentes significados que ha tenido el término «seguridad» a lo largo de la historia occidental, señalándolo como uno de los motores de transformación del pensamiento filosófico y social. Entre las diferentes acepciones que todavía hoy se entrelazan con el concepto, mencionó la «tranquilidad del alma» de los filósofos clásicos —la «ataraxia» griega, lo que hoy llamamos «serenidad»—, «la ausencia de peligro» ante un enemigo del cristianismo, lo «que garantiza el Estado» según los filósofos contractualistas modernos —la protección de los derechos fundamentales de los individuos— y la «bioseguridad» actual.
Este último, que Gros acuña a partir del concepto de biopolítica de Foucault, entiende la seguridad como un «acompañamiento de los flujos» o como la necesidad de poner orden en el torrente de personas, bienes y datos que caracteriza el presente. La triple necesidad de proteger, controlar y regular esos flujos plantea una gran controversia: ¿a quién pertenece el rastro informativo de nuestra existencia? ¿Al Estado? ¿A las empresas? ¿A nosotros mismos? Ante esta pregunta, Gros alerta del peligro que implica dejar la seguridad en manos privadas: si responde a las leyes de la oferta y la demanda, existe el riesgo de que las empresas tengan interés en que haya inseguridad para sacarle provecho.
Pero Gros va aún más allá en la resolución de esta polémica y reivindica el ir a pie, caminar, la condición del peatón, como una forma de recuperar antiguos valores que son fruto de la presencia física en el espacio público. Son valores que van desde la necesidad de interactuar con el otro hasta el deseo de intimidad. Según él, deberíamos utilizar el espacio público para ejercitar el pensamiento, aprovechar las experiencias que nos aportan la presencia física en los lugares y el esfuerzo para llegar a ellos y disfrutar del anonimato que podemos encontrar. Gros también nos alerta contra las tecnologías que nos prometen la comodidad o el ahorro de tiempo y que terminan fomentando la obsesión por la velocidad. Ante ellas, reivindica acciones que, como el caminar, dilatan el tiempo y le aportan calidad. Son acciones con las que se puede hacer frente a lo que él denomina «hiperindividualización moderna» y que nos permiten ejercer, como forma de resistencia, derechos como el de ser olvidados o el de ser anónimos. Y es que el acto de caminar hace patente la dimensión política del espacio público, ya sea en una manifestación o en el hecho de usar un vehículo que expresa un determinado estatus social. Por todo ello, el filósofo invita al ciudadano a errar por la calle y disfrutar de los beneficios que ello le aporta: «andar no nos hace más inteligentes, pero sí nos hace estar disponibles para pensar».