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6 enero 2022

Si los jardines hablaran

Speaking Gardens | Teresa Beck and René Reichelt | Pixlig | Alemania, 2014 | 34’ | Alemán

[Alemán con subt. inglés | 00:34:37]

Cultivar nuestros propios alimentos en las zonas urbanas nos hace replantear la relación urbano-rural. A raíz de siete proyectos de agricultura urbana en Berlín que se presentan en el documental reflexionamos sobre las repercusiones sociales, económicas, medioambientales, políticas y de salud que se derivan.

El documental presenta siete proyectos de agricultura urbana en Berlín (huertos comunitarios, huertos interculturales, huertos en cubiertas y también «guerrilla hortícola»). La película se centra en la visión personal de los agricultores urbanos, sus impresiones, así como sus proyectos concretos de experimentación con una nueva manera de planeamiento urbano alternativo. Los ciudadanos desearían cambiar sus ciudades para hacerlas más verdes, cultivar sus propios alimentos y trabajar con comunidades interculturales. Aparte del aspecto social, también se ven alentados por una determinación política que aspira a desarrollar nuevos conceptos de vida urbana a largo plazo. Este documental pretende concienciar sobre el compromiso de esos jardineros y las posibilidades de la participación cívica en la ciudad.

Génesis, capítulo 2

«8. Y había Jehová Dios plantado un huerto en Edén al oriente, y puso allí al hombre que había formado. […] 15. Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y le puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase».

Agricultura y ciudad han estado siempre ligadas. La ciudad resulta posible en el momento en que la agricultura ata al ser humano a un territorio, del que se alimenta. Durante miles de años, la agricultura ha estado presente en el desarrollo urbano. Sin embargo, a medida que la mecanización mejoraba los medios de transporte, la producción agrícola se industrializaba y la urbe crecía, la producción alimentaria se distanció cada vez más de la ciudad que llegó a estar en muchos casos completamente alienada. Aun así, han existido corrientes que han abogado por mantener el vínculo y no pocos arquitectos y urbanistas han incorporado el concepto de agricultura urbana en sus proyectos.

Tanto Ebezener Howard en su propuesta de ciudad jardín como Frank Lloyd Wright en la Broadacre City concebían la producción agrícola ligada a la ciudad y establecían pequeñas parcelas para que sus habitantes pudieran autoabastecerse. En ese sentido, con una visión más maquinista, Le Corbusier afirmaba: «El habitante que vuelve de la fábrica o de la oficina […] cultiva entonces como hortelano su jardín. Y su jardín trabajado científica e industrialmente le alimenta buena parte del año».(1)

En Speaking Gardens se presentan experiencias muy alejadas de estos posicionamientos planificados, regulados y orientados a la productividad. Al igual que proyectos similares desarrollados en ciudades de todo el planeta, los proyectos que se presentan en el documental surgen desde la espontaneidad, concebidos sin afán de permanencia, con el objetivo de transmitir una serie de valores cualitativos que poco tienen que ver con la producción cuantitativa. Valores con un gran contenido pedagógico que pueden resultar importantes para conseguir un equilibrio entre el medio urbano y el rural, aproximando al urbanita a los medios de producción alimentaria y sus repercusiones sociales, económicas, medioambientales, políticas y de salud.

Algunos de los valores que buscan transmitir estos proyectos tienen que ver con cuestionar los modelos de consumo mayoritarios, para tomar conciencia sobre el consumo de proximidad y de temporada (tanto de alimentos como de cualquier tipo de producto) y conseguir así una alimentación más saludable y con menor impacto medioambiental. Tomar conciencia de la soberanía alimentaria, la capacidad de no depender de la importación de alimentos ni de las fluctuaciones de los precios del mercado cuando estos se convierten en productos financieros. Conocer la existencia de variedades locales, adaptadas al clima, y del mercado agroindustrial que regula calibres y apariencias de los alimentos, y desechar los que no se adaptan a los criterios mercantiles. Entender también la rígida regulación del mercado de semillas y la dificultad de preservar las variedades locales y la biodiversidad. Comprender la dependencia del petróleo de la industria agroalimentaria y sus implicaciones medioambientales. Incorporar a nuestros hábitos los circuitos cortos de distribución, las cooperativas de consumo o la compra directa al productor, para reducir la dependencia de los intermediarios si estos no aportan valor.

Entendiendo las ciudades como el principal lugar de consumo, el grado de conocimiento del urbanita consumidor puede ser el primer paso para valorar el espacio de producción alimentaria y reconocer su importancia y la de los agentes implicados. Quizás la manera de combatir el vaciamiento de los territorios rurales pase también por comprenderlos y apreciarlos desde las zonas que consumen su producción. Tal vez así sea posible imaginar la ciudad de forma diferente y establecer al mismo tiempo un equilibrio territorial. Abandonar la idea de la ciudad autosuficiente que produce todo lo que consume, como panacea de la sostenibilidad. Favorecer en su lugar la simbiosis entre territorios con realidades diferentes. Tal vez podamos imaginar ciudades que se alimenten de lo que producen territorios biodiversos y fértiles de proximidad, y cuyo producto llegue a los centros de consumo por vías ferroviarias o transportes con pocas emisiones, y que por él se pague un precio justo y digno que revierta directamente en el productor.

Replanteándonos la relación urbano-rural, podemos incluso pensar cómo el metabolismo urbano también puede proporcionar bienes a las zonas rurales. En Viena(2)por ejemplo, desde 1991 se recoge una ingente cantidad de fracción orgánica de los residuos para generar actualmente entre 40.000 y 50.000 toneladas anuales de compost de alta calidad y biogás. Desde ese punto de vista, se podría reconducir la actual fiebre por instalar «granjas» de producción energética en áreas rurales hacia los núcleos urbanos o los polígonos industriales. Como es el caso del reciente acuerdo (3) firmado entre el Ayuntamiento de Barcelona y la Zona Franca, que pretende promover la instalación de placas fotovoltaicas en las cubiertas de los edificios ya construidos. Incluso podríamos imaginar las impermeables superficies de la ciudad como un inmenso recolector de aguas pluviales para su posterior distribución a otras zonas, como planteaba Joan Rieradevall en la conversación(4) mantenida con Vanesa Freixa en la pasada Semana de la Alimentación Sostenible de Barcelona (octubre 2021).

Tal vez, para imaginar nuevas maneras de hacer ciudades y territorios, tendríamos que escuchar más a los jardines.


Notes: 

(1) Le Corbusier, Urbanisme, G. Crès, Paris, 1924 (versión castellana: La ciudad del futuro, Editorial Infinito, Buenos Aires, 1971).

(2) City of Vienna (2002). Biowaste Management in Vienna. See wien.gv.at https://www.wien.gv.at/umwelt/ma48/service/publikationen/pdf/biokreislaufwirtschaft-en.pdf

(3) El Periódico (2 de noviembre, 2021). Acuerdo para instalar dos millones de metros cuadrados de paneles solares en la Zona Franca www.elperiodico.com

(4) Setmana Ciutadana Alimentació Sostenible (16 de octubre, 2021) .Diálogo entre Vanesa Freixa y Joan Rieradevall. Ver alimentaciosostenible.barcelona/es/semana-ciudadana

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