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8 septiembre 2021

Espacio gradual. Espacio para la diversidad en el futuro de los espacios públicos urbanos

Self-managed park at the Lago ExSnia, Rome. Photo (cc) Eutropian

La diversidad de espacios públicos, su distinto grado de complementariedad, privacidad, proximidad, interconexión e inserción se reflejan también en el modo en que estos espacios son gobernados.

En 1748, el arquitecto italiano Giambattista Nolli publicó una planta iconográfica de Roma que documentaba todos los edificios de la ciudad y sus espacios adyacentes. Además de delinear todos los edificios de la ciudad, separándolos de los espacios públicos que los rodeaban, la Pianta Grande di Roma también representaba los espacios accesibles al público del interior de los edificios, como parte del ámbito público. Para muchos de nosotros, estos espacios intermedios (patios, jardines interiores o patios delanteros) se han convertido en los escenarios principales de la vida pública en 2020.

En las últimas décadas, los espacios públicos y el placemaking de buena calidad han ocupado un lugar muy destacado en la agenda de las ciudades de Europa y de muchas partes del mundo(2) . Finalmente han sido aceptados como componentes fundamentales de entornos urbanos concebidos como los escenarios más avanzados para disfrutar de unos servicios de alta calidad, un transporte sostenible y la diversidad cultural. Si desde las últimas décadas del siglo XX el planeamiento urbanístico ha sido secuestrado por las finanzas, a menudo el diseño de los espacios públicos fue cómplice: se construyeron muchos espacios públicos nuevos para aumentar el valor de los inmuebles urbanos y para que los propietarios e inversores obtuvieran los beneficios creados por esos espacios.

Sin embargo, la pandemia de la covid-19 y los consiguientes confinamientos han acarreado un éxodo de las áreas urbanas y demostrado que la simple existencia de espacios públicos no genera equidad; del mismo modo que los jardines privados en el campo, los espacios semipúblicos de las ciudades, incluidos los patios, los jardines interiores y los patios delanteros, como los que representó Nolli, se han vuelto cruciales para las personas y las familias, durante el confinamiento, para sobrevivir durante los meses de primavera. Hemos redescubierto que los espacios públicos (públicos en distintos grados) son recursos cruciales para nuestro bienestar.

Mientras el acceso desigual a los espacios abiertos y verdes ha definido la experiencia de las personas durante el confinamiento de la covid-19, los movimientos de solidaridad han permitido mitigar los efectos negativos del aislamiento. Los espacios que ya no estaban abiertos para el uso público como consecuencia de las restricciones se han convertido en lugares para distribuir comida, medicinas y otros bienes para las personas necesitadas. El 2020 fue una lección sobre la solidaridad y la capacidad de compartir espacios y recursos. Tras las experiencias de 2020, por tanto, es más necesario que nunca repensar el futuro de los espacios públicos urbanos. Para mitigar los efectos de los confinamientos y contrarrestar las tendencias de cercado, segregación y comercialización que tienen una presencia cada vez mayor en nuestras ciudades, los espacios públicos del futuro tendrán que ajustarse a varios grados de complementariedad, privacidad, proximidad, interconexión e inserción. Uno de los objetivos fundamentales de los espacios públicos es, en teoría, que estén abiertos para todos. Deberían permitir que distintos grupos sociales convivan y aprendan unos de otros. Sin embargo, puesto que los espacios públicos de mayor calidad suelen encontrarse en los barrios más acomodados, o son propensos a acoger las actividades o las personas más dominantes, este acceso universal se produce a expensas de los grupos más desfavorecidos o vulnerables. Además, pese a toda la atención invertida en el diseño de nuevas zonas para el uso público, los espacios públicos concebidos para un público universal no siempre podían satisfacer la diversidad de necesidades, ni siquiera del mismo grupo o persona. Por ejemplo, una familia tiene necesidades complejas en un parque infantil: mientras que los niños juegan y corren, los padres puede que quieran retirarse a una parte del parque relativamente más tranquila para dedicar el tiempo a charlar entre ellos o a leer, sin perder de vista todo el espacio ni a sus hijos. Para algunos, el espacio público es exposición e intercambio, para otros es retiro y recogimiento. ¿Cómo diseñar espacios que funcionen al mismo tiempo como ágoras y refugios? ¿Cómo concebir lugares que puedan acomodar tanto la sociabilidad como la contemplación solitaria?

La creación de espacios públicos se vuelve aún más complicada cuando estos se destinan a distintos miembros de un grupo o a distintos grupos en general. Los espacios públicos deben comprender la diversidad: deben acomodar tanto a quienes quieren jugar y socializar como a los que desean abstraerse leyendo un libro o un periódico u observando el entorno, haciendo que los unos complementen a los otros, sin molestarse ni estar radicalmente separados. Deben ofrecer espacio para actividades tan distintas como el boxeo y la danza, como ocurre en el Superkilen de Copenhague, o plantar hortalizas y hacer volar cometas, como en el Tempelhofer Feld de Berlín. Los espacios deben ser abiertos, seguros y atractivos tanto para quienes quieren mostrarse al mundo como para aquellos que prefieren permanecer tan invisibles como sea posible. Deberán incorporar distintos grados de exposición y participación, en una suerte de síntesis entre un escenario y un asiento al fondo de un teatro.

Los espacios públicos también deberían proporcionar distintos grados de acceso para distintos grupos. En ciertos casos, la seguridad o la comodidad de un grupo de niños o mujeres, por ejemplo, depende de un acceso restringido. Adicionalmente a la oferta de espacios públicos que proporcionen una relevancia y un acceso universales, necesitamos espacios más íntimos que reúnan a miembros de un grupo social o una localidad específicos en lugares que sean extensiones de sus espacios domésticos, especialmente cuando el espacio en casa es escaso y sobreutilizado. Los jardines comunitarios, las azoteas, los centros sociales, los huertos de mujeres o las zonas de recreo son los lugares donde nos encontramos a nosotros mismos fuera de los espacios públicos tradicionales y adoptamos un papel activo en el mantenimiento de los espacios públicos, participando en el cuidado de su vegetación, sus edificios o su infraestructura. Estos “espacios públicos semiprivados” incluyen instituciones públicas cuyo uso oficial puede complementarse con usos más informales, como los patios de las escuelas del distrito de Oslo Groenland abiertos para los estudiantes también por las tardes (3) , o los parques públicos del este de Brighton abiertos privadamente para familias que sufren falta de espacio, de una en una (4) . Estos espacios semipúblicos también tienen un papel importante en momentos de crisis: durante los confinamientos de la covid-19, muchos habitantes de las ciudades con restricciones de movimiento se dieron cuenta de que los espacios públicos que no se encontraban en su vecindario habían dejado de ser activos públicos para ellos y empezaron a explorar sus “espacios públicos domésticos”. En una ciudad de movilidad limitada, la proximidad ha readquirido un nuevo valor. Contrariamente a las largas distancias y la homogeneidad del concepto modernista de la vida ciudadana y del urbanismo, las nociones de la “ciudad de los 15 minutos” o la “ciudad de las distancias cortas” introducen un sentido nuevo de la jerarquía y lo gradual no solo en el planeamiento de la movilidad y otros servicios, sino también en la concepción de los espacios públicos. Los confinamientos de la covid-19 demostraron la validez de la idea de la ciudad de los 15 minutos: muchos habitantes de las ciudades, por estar limitados en sus movimientos o por evitar deliberadamente el transporte público, se vieron confinados a su barrio inmediato, descubriendo nuevas zonas verdes en las que pasear o esquinas en las que sentarse, hasta entonces invisibles para ellos. Si bien todas nuestras ciudades necesitan su Central Park, su Villa Borghese o Bois de Boulogne, también necesitan espacios públicos locales en cada barrio, “de camino” hacia la siguiente tarea del día, que permitan a uno sentarse con un café por la mañana, un bocadillo al mediodía o un libro por la tarde. Estos espacios públicos de proximidad deberían convivir en una fuerte interacción con los servicios e instituciones locales como las guarderías, las bibliotecas, los teatros, los pabellones deportivos o los espacios de co-working.

Los espacios públicos no son un ámbito separado del resto de la ciudad. Son parte de un conjunto interconectado de infraestructuras que, en distintos grados, están expuestas a las fuerzas de la naturaleza y las aprovechan. Los espacios públicos, con una gran variedad de conexiones con la naturaleza urbana, ayudan a la ciudad a generar energía, compost o residuos orgánicos, a absorber agua y capturar CO2. Disfrazados a menudo como un conjunto de objetos diseñados según unas normas estéticas, los espacios públicos son también exposiciones en los que se muestran los mecanismos medioambientales de la ciudad, como en el Waterplein Benthemplein de Róterdam. Los espacios y parques públicos son los lugares en los que se puede acoger la diversidad: si el Prinzessinengarten de Berlín ofrece más variedades de patata que cualquier supermercado de la ciudad es porque la agricultura de monocultivo en el campo ha convertido paradójicamente las ciudades en los últimos refugios de la biodiversidad. Los espacios públicos son también interfaces inmediatas donde nosotros, en distintas medidas, “conocemos” el clima, y esperamos que nos protejan de él. Si los espacios públicos de propiedad privada (POPS) de Nueva York con su diseño traicionero podían usar el sol, el viento y el agua para mantener alejados a usuarios potenciales, ¿por qué no podemos usar el poder del diseño para hacer las temperaturas extremas más soportables, como ocurre en las “calles frescas” de Viena, o las instalaciones más divertidas, como ocurre en el Bright Swing de Helsinki (columpios que se iluminan con una dinamo)?

Además de su conexión con los procesos naturales de la ciudad, los espacios públicos también están, en distintos grados, insertados en el tejido económico de la ciudad. Los espacios públicos, los parques y las plazas tienden a aumentar el valor de las propiedades de sus alrededores, y proporcionan a muchos negocios espacio al aire libre gratuito. Por otro lado, es por las ventanas y las plantas bajas de los edificios contiguos por donde los “ojos sobre la calle” pueden mantener seguros los espacios públicos. Y son los zócalos adyacentes, las plantas bajas del vecindario, los que pueden proporcionar a un espacio público la capacidad económica de ser mantenido, alimentado y desarrollado. Pese a estar conectados de tantas formas con los flujos económicos de la ciudad, los espacios públicos deben mantenerse firmes: aunque pueden producir ingresos para las actividades económicas que alojan, y que van de los mercados y los cafés a la jardinería o la producción de compost, tienen que ser capaces de proporcionar espacios libres de consumo para sus habitantes haciendo un uso correcto de las fuerzas económicas de sus barrios, a la vez que nutren el tejido económico local. En este sentido, podemos pensar que los espacios públicos inclusivos corresponden a los principios de la economía social. Un diseño cuidadoso de los circuitos económicos que rodean los espacios públicos debe ser consciente de su exposición a las dinámicas económicas extractivas, tiene que dejar espacio para actores económicos más vulnerables que abastecen a comunidades más vulnerables; y debería asegurar que los beneficios creados en y por los espacios públicos se reinviertan en nuestro ámbito público.

La diversidad de espacios públicos, su distinto grado de complementariedad, privacidad, proximidad, interconexión e inserción se reflejan también en cómo se gobiernan estos espacios. Mientras que la mayoría de nuestros espacios públicos están dominados por una sola autoridad pública o un único negocio privado, con sus respectivos códigos de conducta, en los intersticios del control público y privado del espacio nació un nuevo género de espacio público. Estos espacios, también llamados los comunes, se caracterizan por la gran cantidad de esfuerzos, pensamientos y gestos que se invierten en sus operaciones diarias, al tiempo que sus comunidades codiseñan y renegocian constantemente el conjunto de normas por el que se rigen. Si se podían practicar deportes o escuchar conciertos gratis en el Campo de la Cebada de Madrid sin molestar a los demás fue por las capacidades de autoorganización de sus asociaciones de vecinos. Si puedes disfrutar de la vista del lago Bullicante, el lago natural más grande de Roma, hoy en medio de un parque, es gracias al trabajo que el comité del barrio lleva a cabo para proteger el lugar y hacerlo accesible para todo el mundo. La importancia de esas modalidades de autoorganización va más allá de los propios espacios autoorganizados. Las interacciones constantemente readaptadas de las iniciativas autoorganizadas reflejan la variedad de usos, grados de intimidad y publicidad, proximidad, interacciones naturales e interdependencia económica que un espacio público puede nutrir.

Los espacios públicos del futuro tienen mucho que aprender de estas formas de organización: la heterogeneidad de relaciones que un espacio público, en realidad, puede mantener con sus usuarios, su entorno natural y su contexto económico también puede ser instructiva acerca de su mantenimiento, cultivo y desarrollo. Mientras que los espacios públicos, por defecto, deben ofrecer un acceso universal para todos, también necesitamos espacios que sean cogobernados y coadministrados por una multitud de usuarios de tal modo que se garantice el espacio físico y mental para las personas, grupos, especies o actividades más vulnerables.

 

Notes: 

(1) Con contribuciones de Bahanur Nasya y Giovanni Pagano.

(2) Véase, por ejemplo, el trabajo de la red Placemaking Europe: https://placemaking-europe.eu .

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