Cualquier nueva legislación aplicada a las ciudades debería incluir indicadores de planificación que mejoren la salud.
Las ciudades son centros de innovación y de creación de riqueza, pero también focos de contaminación del aire y de ruido, de efectos isla de calor y de carencia de zonas verdes, lo que perjudica la salud y el bienestar humanos. Uno de los grandes problemas de las ciudades es la (subóptima) planificación urbana y de los transportes y el uso del espacio público con calles dominadas por los coches en muchas ciudades. Por ejemplo, una ciudad como Barcelona tiene algunos de los niveles más elevados de densidad de tráfico y contaminación del aire en Europa, unos niveles que se estima causan unas 3.000 muertes prematuras cada año. El 60 % del espacio público lo utilizan los coches, aunque solo uno de cada cuatro desplazamientos sea en coche. El espacio podría utilizarse de un modo más saludable.
Durante la pandemia de la covid-19, las ciudades han empezado a expulsar a los coches y a incrementar el espacio para el transporte activo, los carriles bici y los índices de uso de la bicicleta. Durante los confinamientos, aproximadamente un 90 % de los conductores no echaron de menos los desplazamientos al trabajo en absoluto o al menos en ciertos aspectos, mientras que aproximadamente un 90 % de los ciclistas sí echaron de menos los desplazamientos al trabajo en gran medida o en ciertos aspectos. Por otro lado, los niveles de contaminación del aire y de ruido experimentaron un descenso considerable, en algunos casos de hasta el 60 %.
Así pues, ¿ha llegado el momento de repensar nuestros modelos urbanos? En el siglo XX las ciudades parecían diseñadas para los coches, pero en el siglo XXI ¿deberíamos aspirar a diseñar unas ciudades para las personas, aspirar a diseñar unas ciudades inteligentes, sostenibles, habitables, justas y saludables que apliquen soluciones basadas en la naturaleza, que tengan una economía circular y que fomenten la movilidad activa y las zonas verdes?
Nuevos modelos urbanos
En varias ciudades se están introduciendo una serie de nuevos conceptos urbanos que van en esa dirección, como las supermanzanas, la ciudad de 15 minutos, la ciudad sin coches o una mezcla de todo ello. ¿Cuáles son algunos de sus efectos probables?
Las supermanzanas
En Barcelona se han planificado más de 500 supermanzanas en las que se reduce el tráfico motorizado en algunas calles para dejar espacio a las personas, los desplazamientos activos y las zonas verdes. Las supermanzanas reducirán los niveles de contaminación del aire y de ruido, así como los efectos de isla de calor, y aumentarán las zonas verdes y la actividad física, lo cual evitará cerca de 700 muertes prematuras al año en Barcelona. En el Reino Unido se han fomentado principios similares en los barrios de tráfico reducido.
La ciudad de 15 minutos
París está introduciendo la ciudad de 15 minutos, un modelo en el que se puede acceder al trabajo, la escuela, al ocio y otras actividades en menos de 15 minutos a pie. La ciudad de 15 minutos exigirá un cambio radical en la forma de pensar nuestras grandes urbes y la mezcla de distintos grupos de población, frente a la actual zonificación por estatus económico y social, lo que seguramente reducirá las desigualdades. También reducirá la necesidad de largos desplazamientos y, por tanto, las emisiones de CO2 y los niveles de contaminación del aire y de ruido.
La ciudad sin coches
Hamburgo se ha marcado como objetivo ser una ciudad sin coches en 2034, entre otras razones, para combatir la crisis climática. Las ciudades sin coches reducen el tráfico motorizado privado innecesario y favorecen el acceso fácil al transporte activo y público. Reducen los niveles de contaminación del aire y de ruido, aumentan la actividad física y crean espacio para las zonas verdes. Un ejemplo exitoso es Vauban, en la ciudad alemana de Friburgo, un barrio sin coches y con casas sostenibles.
Principios comunes
Lo que todos estos modelos urbanos tienen en común es que invierten la pirámide de la planificación del transporte, sustituyendo la prioridad de los coches por la del transporte público y los desplazamientos a pie o en bicicleta.
Aumentar la red de carriles bici y, por ende, los índices de uso de la bicicleta es un modo de reducir el tráfico motorizado y las emisiones de CO2 y de aumentar la movilidad activa, lo que aumenta a su vez la actividad física y la salud y el bienestar de las personas. Esto permitirá que las personas integren la actividad física en su vida diaria, como, por ejemplo, en los desplazamientos al trabajo, ya que muchas veces carecen de tiempo para ir al gimnasio. Se ha progresado mucho en la creación y el aumento de carriles bici, pero estos solo funcionan si son seguros y forman parte de una red.
Todos estos modelos comparten también en cierta medida el acceso a zonas verdes, lo cual es importante, entre otras cosas, para la salud mental y el bienestar de las personas, el funcionamiento cognitivo y la esperanza de vida. No solo existe la necesidad de nuevos parques, sino también de más vegetación en las calles. Tenemos que retirar asfalto y plantar más árboles, lo que reducirá los efectos de isla de calor y contribuirá a reducir el CO2 y a aumentar la salud y el bienestar.
Enfoques, políticas e inversiones sistémicos y holísticos
Las ciudades son sistemas complejos y para abordar sus problemas necesitamos enfoques sistémicos y holísticos que tengan en cuenta distintos factores y circuitos de retroalimentación y atiendan simultáneamente a la sostenibilidad (es decir, a la crisis climática), la habitabilidad, la salud y la justicia. Demasiadas veces encontramos en las ciudades una mentalidad de compartimentos estancos que impiden llevar a la práctica los enfoques que abordan problemas múltiples. Necesitamos unos enfoques que involucren a varios participantes y disciplinas.
Uno de los grandes problemas que sufren muchas ciudades es la legislación anticuada; por ejemplo, las leyes de zonificación que impiden el uso mixto de la tierra, lo que es esencial para la movilidad activa y beneficioso para la salud y los espacios públicos de interés. Cualquier nueva legislación, incluida la que afecte a los nuevos desarrollos urbanos, debería incluir indicadores de planificación que mejoren la salud, cosa que a menudo no se da. Además, deberían usarse evaluaciones del impacto en la salud para valorar cuáles son los proyectos de planificación más saludables.
Recientemente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha publicado un manifiesto para una recuperación saludable de la covid-19 que incluye la construcción de ciudades saludables y habitables. Estas ideas necesitan apoyo y financiación. El Pacto Verde Europeo puede ser una oportunidad. Es una hoja de ruta exhaustiva que aspira a que la Unión Europea haga un uso más eficiente de los recursos y sea más sostenible, representando una gran oportunidad para diseñar ciudades con huella de carbono cero, más habitables y saludables mediante una mejor planificación urbana y del transporte.
Aprovechemos esta oportunidad para mejorar nuestras ciudades y sus espacios públicos.