El arquitecto catalán defiende que el espacio público del siglo XXI ya no se encuentra en niveles estrictamente arquitectónicos y reivindica los espacios donde la arquitectura toma una calidad anónima.
Espacios compartidos grabó esta charla con Josep Fuses en mayo de 2012, cuando el arquitecto visitó el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) para presentar el libro de Xavier Monteys El plaer de la ciutat. Fuses defiende que «las relaciones humanas ya no se producen en los espacios públicos que dieron forma a la ciudad», como las plazas, las calles o los mercados. El espacio público del siglo XXI se encontraría, pues, en otros niveles y estratos no estrictamente arquitectónicos, los cuales actualmente tienen más validez, como la red o la televisión.
En este sentido, señala que «las plazas han perdido la función genuina para las que sirvieron», lo que produce una desnaturalización de las mismas y una consiguiente búsqueda de nuevas funciones. Es así como la plaza Navona de Roma, la Rambla barcelonesa o la plaza Vendôme de París han acabado siendo «pasto del turismo, de los visitantes y del espectáculo».
A su juicio, «los campos de fútbol son los últimos espacios públicos arquitectónicos que aún funcionan: donde hay una unión entre el uso que hace la gente y la forma que tiene, donde no se cuestiona su uso». Por lo tanto, el consenso social sobre este pervive, mientras que otras manifestaciones en el espacio público –no arquitectónico– de las que disfrutaban anteriormente, como las procesiones de Semana Santa o los desfiles reales, han dejado de tenerlo.
Por otra parte, reivindica también los espacios donde la arquitectura toma una calidad anónima. Siguiendo con el ejemplo del campo de fútbol, explica que es el reglamento el que determina el diseño interior, dejando solo al arquitecto la tarea de conseguir que cada persona pueda ver de la mejor manera un partido: cuesta, por lo tanto, diferenciarlos si son observados solo desde dentro.
Por último, para poner otro ejemplo de arquitectura anónima, cita al escritor catalán Quim Monzó, cuando defiende que «la ciudad más bonita y el espacio público más bonito que hay en Cataluña es el paseo de Platja d’Aro en verano, porque es una calle que tampoco tiene ninguna forma, ningún tipo de arquitectura y, en cambio, la gente disfruta, compra, bebe, pasea por ella, etc.».