Con toda seguridad, ello no significa imaginarse la extensión física del ensanche sobre el territorio. Lo que el Año Cerdà nos inspira, por el contrario, es la oportunidad de revisar tanto el proceso de urbanización del territorio como la construcción social de ciudad, para constatar la necesidad de un gesto que, ciertamente, nos recuerda al gesto de Cerdà al proponer el Eixample para Barcelona.
Hay un gesto Cerdà que tiene que ver con el conocimiento profundizado y detallado de la ciudad, con su diagnóstico y con la capacidad de transformarla a partir de la comprensión de sus lógicas. Así, Cerdà estudia y demuestra el vínculo entre densidad y sobremortalidad –por aquel entonces el principal problema urbano– y concluye la necesidad de la reforma y el ensanche de la ciudad existente como condición previa para proyectar un espacio urbano más acorde con la modernidad técnica y social que para Barcelona defendía. Es este gesto el que conduce a Ildefons Cerdà a justificar la necesidad del Plan de Ensanche.
Hay también un gesto Cerdà vinculado con la capacidad de gestionar esta transformación a través del ejercicio del gobierno del territorio, adaptando y adecuando los marcos de actuación y gestión políticos a la escala real de las dinámicas metropolitanas. Tanto es así que la reflexión que introduce el Eixample no conduce a otra cosa que a la agregación municipal de 1897, un primer salto en la escala del gobierno de la ciudad.
Ambos gestos son ciertamente iluminadores si pensamos en el momento actual de la metrópolis barcelonesa: tenemos un buen conocimiento del territorio metropolitano; evaluamos con relativa exactitud los volúmenes poblacionales, los consumos de suelo o los hábitos culturales, pero aún debemos resolver el problema de cómo poner este exhaustivo diagnóstico al servicio de una visión regional del gobierno del territorio.
Pensar en el momento actual la adecuación del gobierno del territorio a la escala metropolitana amplia plantea no pocas dificultades. Sin embargo, se trata de una condición necesaria pero no suficiente, puesto que la eventual creación de una ley o de un futuro gobierno metropolitano debería ir acompañada de otro gesto aún más importante y de raíz claramente cerdaniana: la redefinición, inspirada en el diagnóstico del territorio, de las políticas urbanas en la escala metropolitana.
Ello significa, en síntesis, tres cosas: actualizar las políticas urbanas en el ámbito de la ciudad compacta; pensar otras nuevas en el escenario de la urbanización dispersa, y, en ambos casos, dimensionar estrategias y actuaciones a una escala de territorio más allá de los límites administrativos de los municipios.
En una sola frase: llevar las políticas urbanas al territorio. Este es, en realidad, el gesto Cerdà que Barcelona puede aprovechar en el nuevo siglo.
Con esta idea, el Congreso Cerdà Postmetrópolis reunirá a más de sesenta expertos de nivel local e internacional que propondrán visiones desde territorios y disciplinas diferentes en el curso de una semana de trabajo. La discusión acerca de la ciudad metropolitana se planteará, además, en formatos diferentes, con quince mesas de debate y dos sesiones de voting de políticas urbanas, que permitirán a los expertos y al público asistente elegir las acciones más adecuadas para diferentes escenarios urbanos y territoriales.
Seguramente, la demanda retórica de Cerdà al pedir Ruralizad lo urbano, urbanizad lo rural se ha acabado produciendo durante el siglo XX y, en efecto, hemos urbanizado el campo, pero es igualmente evidente que lo hemos hecho sin la política, sin políticas inspiradoras de urbanidad, que hayan permitido ir más allá de la mera y simple urbanización del territorio.
Más allá de la celebración de la efeméride y de la vindicación de la figura del ingeniero creador del Eixample, más allá de la revisión de la forma y la funcionalidad urbana del Eixample, el Año Cerdà representa una oportunidad para someter la cuestión metropolitana a debate. Un debate que, aunque debe empezar por el propio Eixample, valorando su historia y relevancia urbana en el momento actual, debe concluir lejos de las fronteras que define la geometría de su cuadrícula, hasta hacer visibles y poner en la agenda de las políticas urbanas los territorios de la metrópolis en que el gesto Cerdà es hoy más necesario.
Francesc Muñoz, director del Congreso
WEB DE CERDÀ POSTMETRÓPOLIS