Espacios urbanos, aparte de ser públicos, son también políticos. Se basan en la idea de que el acceso está abierto a cualquiera. Pero, ¿quién tiene acceso a ciertos espacios «públicos» y quién no?
Eric Fassin es profesor de sociología en la Universidad de París 8 Vincennes-Saint Dennis, e investigador en el Laboratoire d’études de genre et de sexualité (CNRS – París 8 – París Ouest). El sociólogo se entrevistó para Espacios Compartidos durante su visita en el CCCB con motivo del seminario «La gobernanza y el aumento del populismo en la Europa del sur», organizado por el CCCB y la British Academy el pasado 2 de julio, en el marco de los debates «Europa: de la esperanza a la desafección».
La renovación de la Place de la République y el uso ciudadano que ha tenido una vez se ha reducido considerablemente el espacio dedicado a los coches constituyen, según Fassin, un buen ejemplo de que el espacio, además de ser público, es político. El espacio público se basa en la idea de que el acceso está abierto a cualquiera. Pero, ¿quién tiene acceso a ciertos espacios «públicos» y quién no? En la propia definición de espacio público la exclusión es tan importante como la inclusión. El espacio público es político precisamente porque define quién queda dentro y quién queda fuera.
Fassin recuerda, también, lo que se suele olvidar cuando entendemos el espacio público solo desde una óptica material. En los últimos años, las redes sociales se han percibido como la fuente de un aumento del resentimiento y agresividad. Sin embargo, las plataformas digitales también han dado la oportunidad de participar en el debate público a mucha gente que no tenía cabida en él. El sociólogo francés habla de la ola de denuncias feministas bajo el hashtag #metoo como un ejemplo de la relevancia de la posibilidad de hablar sin la necesidad de tener un reconocimiento público, gracias a las redes sociales.