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El derribo del teatro «La Lira» desocupó durante años un solar del centro de Ripoll, ciudad pequeña y lluviosa que yace al pie de los Pirineos. Flanqueado por dos medianeras ciegas y con una superficie de casi seiscientos metros cuadrados, el vacío daba un respiro a la estrecha calle Verdaguer, pero hería la continuidad de la fachada urbana que se asoma sobre el río Ter. La herida quedaba a la vista de los numerosos foráneos que, desde la estación o por carretera, llegan a la villa para visitar su monasterio románico. También afeaba el encuentro con un curso fluvial que, desde la edad media y hasta bien entrado el siglo XX, abastecía de agua la industria metalúrgica de Ripoll, reconocida en toda Europa por el uso de la «fragua catalana». Lo cierto es que hoy el apogeo económico de la villa ha quedado atrás y que la desindustrialización la ha sometido a un declive lento y continuado.Objeto de la intervención
En 2003, el Ayuntamiento convocó un concurso para convertir el solar en un espacio público cubierto. Aparte de restituir la continuidad de la fachada fluvial de Ripoll y de abrir un nuevo acceso a su casco histórico, se trataba de ofrecer a los ciudadanos un lugar de encuentro al abrigo de un régimen de lluvias abundantes. Al mismo tiempo, dada su visibilidad, la intervención no podía desatender una función simbólica que tendría efectos sobre el conjunto de la población. Ripoll asumía el reto de reconocerse en el esplendor de su pasado metalúrgico desde una contemporaneidad atrevida que invitara a encarar el futuro con optimismo.Descripción
Una vez terminadas las obras, que duraron de 2005 a 2012, el solar está ocupado por otro teatro que mantiene el nombre de su predecesor mientras saca partido de su desaparición. El nuevo teatro «La Lira» es un porche alto que cobija un espacio abierto y versátil bajo el que se halla una sala polivalente subterránea. El techo del porche es impermeable, pero deja pasar la luz a través de lamas paralelas que se pliegan a ambos laterales para tapar las medianeras vecinas. El conjunto forma una ventana que restituye la cornisa de la fachada fluvial y encuadra las vistas de la calle Verdaguer hacia las montañas. También es una puerta de acceso al casco antiguo, ya que consta de una pasarela de cuarenta metros de longitud que salva el cauce del Ter. Tanto el porche como el puente están hechos de acero patinable. La rudeza de este metal entona con la pátina de los viejos edificios adyacentes, mientras que la diversidad de sus tratamientos entronca con la tradición metalúrgica del lugar.Valoración
Así pues, el metal luce en «La Lira». Lo hace gracias a soluciones constructivas, precisas e ingeniosas, que, desde un lenguaje rotundamente contemporáneo, reviven el talento con que Ripoll había trabajado el hierro. Pero quizá la tradición más pertinente que retoma la intervención es la de los mercados y las estaciones decimonónicas que sabían quedarse a medio camino entre el edificio cerrado y el espacio abierto. Como aquellos porches cívicos, el nuevo teatro de Ripoll evita el despilfarro en cristales y climatizaciones, mientras gana versatilidad en los modos de dejarse usar y solidaridad con el contexto urbano que lo rodea.David Bravo
Traducción de Maria Llopis
[Última actualización: 18/06/2018]