Estado anterior
Desde hace siglos, la acequia de Pavilla recoge los goteos de las nieves perennes de Sierra Nevada. Sus aguas penetran en Nigüelas, en la falda de la cordillera, para mover molinos, regar cultivos y, más recientemente, para generar una parte de la energía eléctrica que consume esta ciudad de poco más de mil habitantes. Después de recorrer el casco urbano, pasando por la propia plaza mayor, llega a un antiguo huerto comunal que da paso a las tierras de cultivo del municipio.Con pendiente suave y una superficie de poco más de tres mil metros cuadrados, el huerto ofrece buenas vistas sobre el paisaje. Muchos de los actuales vecinos, incluida la alcaldesa, guardan entre los recuerdos de su infancia este espacio, donde aún están las balsas donde se bañaban, los robles que les daban sombra o los membrillos que les servían de escondite mientras sus padres y abuelos labraban la tierra. Hasta el año 2013, la ciudad, que es pobre, de población menguante y con altas tasas de paro, no cuidó mucho de este lugar emblemático, aunque, afortunadamente, aún mantiene la titularidad municipal.
Objeto de la intervención
En 2013, el Ayuntamiento de Nigüelas vio en la recuperación de la función productiva del huerto una doble oportunidad. Por un lado, se recuperaba la memoria perdida de un lugar que había sido emblemático para el pueblo. Por el otro, la operación podía servir para combatir el paro que atenaza a la población. El presupuesto disponible era bajo, no llegaba a los cincuenta mil euros, pero se decidió destinarlo a contratar solo a mano de obra local. A lo largo de cinco meses de trabajo, un total de cincuenta y seis residentes trabajaron en diferentes turnos de quince días.Descripción
Durante todo este tiempo, el recinto permaneció abierto para que los vecinos entraran, conocieran el estado de la obra y pudieran expresar su opinión. Algunos de ellos fueron entrevistados para conocer en detalle los valores que el huerto comunal escondía. La mayor parte del trabajo ejecutado consistió en la excavación de un sendero medio hundido que zigzaguea desde el punto más alto del huerto, cerca del pueblo, hasta el punto más bajo. El hecho de que el sendero esté medio enterrado sitúa la tierra arada más cerca del punto de vista del paseante y genera unos muretes de contención que lo protegen y lo acompañan.En el punto más alto del sendero, hay una balsa de riego, alargada y delimitada por muros de hormigón. Acumula agua de la acequia de Pavilla, que solo mana una vez a la semana. El sendero desemboca, en la parte baja del huerto, en una explanada donde se halla una segunda balsa que recoge el agua sobrante de riego. La explanada también acoge un escenario donde, en verano, se celebran conciertos y proyecciones de cine al aire libre. Un puñado de higueras, castaños y un olivo viejo, que se han mantenido como el resto del arbolado preexistente, hacenlas veces de telón de fondo. El escenario consiste en una plataforma de hormigón ligeramente elevada, que es también la cubierta de un almacén subterráneo.
Valoración
Terminada la obra, este huerto de gestión colectiva funciona como espacio pedagógico de la escuela municipal, como explotación productiva de un taller que fomenta el empleo, como lugar de encuentro de todos los vecinos en días señalados o como un jardín apartado que ofrece tranquilidad y buenas vistas. A través de estas múltiples funciones, que lo llenan de vida, el huerto ha dejado atrás su estado de abandono y ha recuperado su rol como espacio comunitario, un espacio que nos recuerda que el concepto de bien común tiene sus raíces en antiguos cultivos comunales.David Bravo
[Traducción: Maria Llopis]
[Última actualización: 18/06/2018]
