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En las afueras de Melle, ciudad mediana del Flandes oriental, la clínica psiquiátrica Caritas («PC Caritas») disfruta de la discreción y el contacto con la naturaleza desde principios del siglo XX. De manera bastante adelantada para su tiempo, el centro hospitalario se concibió como una sucesión de pabellones aislados, uno para cada departamento, que flotan sobre el verde de un parque abierto. A pesar de la precocidad de esta distribución funcional e higienista, la arquitectura del complejo aún no era moderna. Quizá por eso tenía un carácter amable y de escala humana. Sin embargo, a partir de los años cincuenta, los pabellones quedaron obsoletos y empezaron a ser sustituidos por nuevos edificios que, a pesar de que satisfacían las necesidades funcionales de su tiempo, iban en detrimento del carácter unitario del conjunto. Eran edificios banales y fríos, atentos solo a los requerimientos de las normativas y los programas de usos. En el año 2014 se inició una nueva campaña de escombros que amenazaba otros dos pabellones. La destrucción ni siquiera respondía a la necesidad inmediata de hacer lugar a nuevos edificios. Simplemente la dirección del centro consideró que los viejos edificios ya no tenían ninguna utilidad.Objeto de la intervención
De repente se produjo un cambio en el equipo directivo de la clínica. Los nuevos responsables no llegaron a tiempo para salvar uno de los pabellones, que ya había desaparecido del todo, pero pudieron detener a medio camino el derribo del otro. A continuación, surgió el debate sobre el sentido que aún se podía conferir a los restos salvados, no tanto desde el punto de vista de la función hospitalaria y las normativas que la regulan, sino respecto al valor que podía tener como construcción en sí misma. La duda motivó la convocatoria de un concurso arquitectónico.La propuesta ganadora respondía a la duda de forma muy simple. Se trataba de reconocer el valor arquitectónico de los restos del pabellón en el estado incompleto en que habían quedado. Dejarlo tal y como estaba, a medio camino entre el espacio abierto y el edificio terminado y buscarle las cosquillas para que dejara de hacerse el muerto. Los postigos aún abofeteaban las fachadas, el tejado había desaparecido prácticamente del todo y el agua de la lluvia ya se había colado hasta los cimientos, pero el edificio revivía cada vez que lo atravesaban los rayos del sol. Fijar estos momentos de vida esporádica era la voluntad de la intervención. Además, el parque abierto que rodea el pabellón facilitaba la búsqueda de nuevos usos y sentidos. Envuelta por la vegetación, la construcción podía servir como un lugar de evasión apartado del bullicio hospitalario. Incluso como cobijo de encuentros furtivos y sosegados o como escenario de actos colectivos.
Descripción
La intervención llevada a cabo ha supuesto una inversión de casi medio millón de euros. El pavimento de la planta baja se ha retirado para hacer sitio a un tendido de grava que drena las humedades. Aquí y allá, los forjados de las plantas superiores se han perforado para abrir nuevos caminos a los rayos del sol. Un árbol plantado dentro del edificio acabará extendiendo las ramas por todo tipo de rincones. Aún se puede encender una chimenea que ha quedado intacta. Las viejas carpinterías de puertas y ventanas se han quitado en señal de bienvenida a los sonidos, las corrientes de aire y la vegetación. Las escaleras que antes bajaban al sótano se han revelado como las perfectas gradas de un pequeño anfiteatro. A diferentes niveles, siete antiguas salas acogen ahora invernaderos de cristal de dimensiones diversas. Se han añadido bancos, sillas móviles, alumbrado y varias barandillas para hacer más amables los espacios. Cerca del pabellón, hay un arenal para jugar a petanca.La otra mitad del túnel está ocupada por una calzada de doble sentido dedicada a los ciclistas. Está pavimentada con asfalto negro, rugoso y sonorreductor. Tanto el muro lateral como el techo están acabados con paneles de malla metálica que impiden fijar carteles y dificultan los grafitos. En el falso techo hay luces empotradas redondas que confieren ritmo al trayecto de los ciclistas. El arcén que separa la calzada para los ciclistas de la acera peatonal dispone de una banda continua de luces LED que proyecta iluminación rasante sobre el asfalto.
Valoración
El propio parque se ha convertido en el primer visitante del edificio rescatado. Las hojas se arremolinan por los rincones, las hiedras trepan por las paredes y los pájaros anidan en lugares insospechados. El espacio muda sensiblemente de la noche a la mañana, entre el invierno y el verano, cuando llueve o hace sol. Los pacientes, los familiares o los terapeutas de la clínica Caritas encuentran un espacio apartado donde estar solos o acompañados. Se puede ir a pasear, a escuchar los sonidos de la naturaleza, a leer tranquilamente, a charlar o disfrutar de un concierto o de una obra de teatro. Cuando llega el buen tiempo, tanto al personal de la clínica como al equipo directivo les encanta celebrar reuniones en el pabellón. A menudo una escuela de enfermería vinculada a la clínica organiza clases en el auditorio o en los invernaderos. Los domingos, los ciclistas que atraviesan el parque hacen una parada para beber agua o comer algo. Público e íntimo, abierto pero protegido, el nuevo pabellón de la clínica Caritas es la extraña consecución de un deseo inmemorial: encontrarse en la naturaleza como en casa.
David Bravo
PUBLIC SPACE / PC Caritas (Melle, Bélgica). Mención especial. Premio Europeo del Espacio Público Urbano 2018. (VO En Subt Ca) from CCCB on Vimeo.
[Última actualización: 03/09/2019]