Estado anterior
Brezje es uno de los numerosos núcleos existentes en el municipio de Radovljica, al oeste de Eslovenia. A pesar de que su censo no llega a los quinientos habitantes, la localidad es muy conocida por su iglesia, uno de los lugares de peregrinación más importantes del país. Está adosada a un monasterio franciscano provisto de claustro y su fachada principal, de estilo neoclásico, preside la plaza mayor del pueblo. Aparte del templo, que la cierra por poniente, la plaza está delimitada al norte por el muro del cementerio y al sur por un pequeño jardín plantado con árboles, ligeramente elevado y rodeado por cuatro muros de contención. El lado de levante, por el contrario, está vacío y se abre hacia un paisaje rural que tiene los Alpes como telón de fondo.La masiva afluencia de fieles explica el tamaño de la iglesia, muy considerable con relación a las dimensiones del pueblo. El momento más concurrido del año es el 15 de agosto, día de Santa María, cuando tradicionalmente se celebra ante la iglesia una misa multitudinaria al aire libre. A este efecto, la plaza se llena de sillas y se instala frente a la iglesia un altar temporal formado por un dosel de ropa. Hasta hace poco tiempo, el estado de la plaza, que a lo largo del tiempo ha sido objeto de varias intervenciones inconexas, no hacía honor a la relevancia del acto que acoge periódicamente. Los coches aparcaban indiscriminadamente en ella; el pavimento y los muros laterales estaban mal conservados; los asistentes no contaban con lavabos públicos, y no existía un espacio adecuado donde guardar las sillas cuando no eran necesarias. Además, el altar exterior se erigía tapando la fachada principal de la iglesia y su provisionalidad lo hacía poco digno.
Objeto de la intervención
En 2005, el monasterio franciscano que gestiona el templo promovió una intervención para dignificar la plaza y adaptarla a los requisitos funcionales que periódicamente se derivan de su uso multitudinario. Pero, aparte de atender a las necesidades de la plaza como lugar de acogida de los peregrinos, la intervención debía beneficiar a los residentes locales que hacen de ella un uso más cotidiano y menos ritual.Descripción
La intervención llevada a cabo ha expulsado el vehículo privado de la plaza y ha cubierto su superficie con un pavimento de terrazo cepillado de color blanco. Se han restaurado la vegetación y los muros del jardín, que ofrece un espacio introvertido de contemplación, contrapuesto al carácter abierto de la plaza. El muro del cementerio, que también ha sido restaurado, se ha recrecido con una crujía que contiene servicios públicos, almacenes para guardar las sillas de los peregrinos y un altar que se asoma a la plaza.El nuevo altar constituye un habitáculo prismático empotrado en el muro del cementerio. Está ligeramente elevado respecto a la plaza y unas escaleras formadas por losas de piedra blanca salvan este desnivel. Su interior está revestido con latas de madera clara y una apertura cenital baña de luz natural su paramento posterior. La cara opuesta a ese paramento se abre completamente hacia la plaza. Cuenta con dos grandes puertas batientes que cuelgan de un marco metálico oscuro. Cuando están cerradas, quedan enrasadas con la valla del cementerio y forman dentro del marco un lienzo opaco, también metálico y oscuro, flanqueado por dos vacíos laterales. Cuando están abiertas, forman dentro del marco dos lienzos de madera clara que flanquean el vacío central del altar. Las dos posiciones hacen variar notablemente la apariencia general de la plaza.
Valoración
La plaza de Brezje se debate entre dos realidades contrapuestas. Por un lado, es la plaza mayor de un pequeño pueblo, con un uso cotidiano de baja intensidad pero sujeto a los principios universales de cualquier espacio público. Por el otro, es un espacio fuertemente connotado por un culto religioso que hace de él un uso muy específico, casi restringido a sus seguidores. Se trata de un uso esporádico pero multitudinario, que lo dinamiza considerablemente, que lo hace reconocible mucho más allá de la escala del pueblo y que, en definitiva, es la razón de ser de un lugar que, sin él, tendría un tamaño y unas cualidades muy distintas. La intervención ha sabido dar una respuesta adecuada a esa dualidad. A través de una operación tan simple como la apertura o el cierre de sus puertas, el altar adquiere una mutabilidad que se propaga a todo el espacio de la plaza y la adecua a sus diferentes estados.David Bravo Bordas, arquitecto
[Última actualización: 02/05/2018]
