Estado anterior
Situada en el distrito de Podgórze, que en 1941 fue convertido en el gueto de Cracovia, la antigua Plac Zgody [plaza de la Concordia] fue designada durante la ocupación nazi como Umschlagplatz, el lugar donde los judíos debían congregarse para su deportación. En el año 1943, una vez desocupado el gueto, allí se acumulaban las pertenencias que los judíos habían sido capaces de cargar en los traslados forzosos y que, antes de emprender su último viaje hacia Plaszow o Auschwitz, se veían obligados a abandonar. Armarios, maletas, mesas, sillas... Según explica Tadeusz Pankiewicz, en la plaza “se deterioraba una cantidad incalculable de muebles que se llevaron de un sitio a otro no se sabe cuántas veces”. Este testimonio, que no era judío, regentaba la Apteka Pod Orlem, farmacia situada en el número 18 de la plaza y que fue la única de todo el gueto a la que los nazis, por miedo a la propagación de epidemias, dieron permiso para continuar con su actividad. Aprovechando esta concesión, la farmacia proporcionaba a los judíos, además de medicamentos, víveres de contrabando, información del exterior y un espacio para las reuniones clandestinas de la resistencia.Cuarenta años después, en 1983, Tadeusz Pankiewicz fue condecorado en reconocimiento por sus actos y su farmacia se convirtió en el Museo Nacional del Recuerdo. Sin embargo, la plaza solo reflejaba el recuerdo de las monstruosidades que allí tuvieron lugar con el cambio de su antiguo nombre por el de Plac Bohaterów Getta [plaza de los Héroes del Gueto].
Objeto de la intervención
Transcurridos más de 60 años, en el año 2005, el Ayuntamiento de Cracovia decidió intervenir en la plaza para explicar su funesto pasado. En lugar de instalar un monumento singular, la intervención se propuso utilizar la propia plaza como canal transmisor del recuerdo. Así, la plaza se concibió deliberadamente como un contenedor poético que transformaba el lugar en una marca del pasado.Tal y como explican los autores del proyecto, era imposible hablar de esta tragedia desde la literalidad. Documentos escritos, fotografías y testimonios directos de los supervivientes describen la historia del gueto como una sucesión de mudanzas. En una fotografía se ve una hilera de niños desfilando por la acera y cargando, cada uno de ellos, con una silla sobre la cabeza. En otra, una niña lleva su hato entre las patas de una silla con el respaldo boca abajo. Así pues, se optó por narrar la historia del lugar a través de la propia configuración del espacio urbano, de forma que la memoria de los ausentes se manifestase a través de la presencia de objetos de uso cotidiano que componen el mobiliario urbano.
Descripción
La plaza tiene una extensión de 13.000 metros cuadrados y está completamente pavimentada con losetas de sienita gris. Sobre este pavimento hay una serie de objetos de mobiliario urbano, la mayoría de los cuales son sillas dispuestas sobre una retícula virtual de unos 5 metros por 5 metros, orientadas en la misma dirección. Cada silla está fijada al suelo mediante una pequeña plataforma metálica ligeramente elevada que la hace flotar sobre el pavimento. Esto, y el hecho de que son algo más grandes de lo habitual, las dota de cierto aire onírico. Este efecto se acentúa cuando la plaza está nevada y el color oscuro de las sillas destaca sobre la blancura abstracta de la nieve. Tanto las sillas como el resto de los objetos de la plaza son de bronce o de hierro forjado oxidado. Así, las papeleras, las marquesinas de las paradas del tranvía, la bomba manual para extraer agua de un pozo, los aparcamientos para bicicletas e incluso las señales de tráfico, despojadas de su funcionalismo habitual, adquieren un carácter unitariamente simbólico y transmiten el recuerdo de los objetos abandonados por los judíos en la Umschlagplatz.En el lado norte de la plaza todavía está la pequeña garita de policía que los nazis, con su macabra capacidad de organización, utilizaban para identificar y contar a los judíos. Las losetas del pavimento se adentran en esta construcción, cuyo interior está revestido con planchas de bronce patinado.
Valoración
Los espacios públicos dedicados a la memoria histórica, sobre todo cuando se refieren al Holocausto, suelen estar cargados de monumentalidad. En una extraña paradoja, en la Plac Bohaterów Getta el recuerdo de unos hechos extraordinarios se evoca a través de objetos cotidianos. La distancia que normalmente separa el mobiliario urbano de esculturas y monumentos conmemorativos se diluye aquí en una sorprendente reconciliación entre la función y el simbolismo. Huyendo de la espectacularidad dramática y de la sublimación de la tragedia, la contenida intervención admite un uso cotidiano y habitual de la plaza sin eludir la responsabilidad de hacer notoria la presencia de los ausentes.David Bravo Bordas, arquitecto
[Última actualización: 02/05/2018]