Aunque la opción del confinamiento doméstico y del teletrabajo ha sido una realidad solo para una parte privilegiada de la población, no hay duda de que el relevo de toda una serie de actividades gracias a la tecnología es un aspecto real de nuestra sociedad.
Los espacios de arte independientes están llevando a cabo experimentos institucionales muy interesantes como residentes proactivos que forman parte de las ciudades en rápida transformación.
La diversidad de espacios públicos, su distinto grado de complementariedad, privacidad, proximidad, interconexión e inserción se reflejan también en el modo en que estos espacios son gobernados.
El espacio urbano está allí donde todos los ciudadanos, con independencia de sus ingresos y circunstancias personales, pueden sentirse cuidados e iguales.
Los comunes globales se convierten en una sinécdoque de un orden espacial que legitima la violencia geográfica, la desposesión y el extractivismo.
Reducir el número de automóviles es clave para esta reconquista del espacio, pues de cuanto menos asfalto dispongan las ruedas más tierra se libera para plantar.
Las ciudades ofrecen una esperanza de reconciliación entre distintas comunidades de humanos y entre nosotros y otras especies.
La provisión y protección del espacio público es un indicador igual de válido que cualquier otro del estado de salud de una sociedad.
Cualquier nueva legislación aplicada a las ciudades debería incluir indicadores de planificación que mejoren la salud.