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  • FINALISTA 2012

Festival de instalaciones urbanas «LIFT11»

Tallinn (Estonia), 2011

Once instalaciones temporales modifican la percepción colectiva de los diferentes emplazamientos urbanos que las acogen.

Estado anterior

Quizá por la envidiable posición de su puerto, Tallinn ha tenido una historia convulsa que ha hecho que se desarrollara a trompicones y que explica la falta de cohesión de su tejido urbano y social. De orígenes germánicos, la ciudad destacó como escala comercial de la Liga Hanseática, en la ruta marítima que conectaba la Europa Occidental con Rusia. De aquella primera época de apogeo económico datan las imponentes torres medievales de Vanalinn, el casco histórico, muy contrastadas con los mastodontes modernos construidos en la periferia durante la ocupación soviética. La URSS convirtió la ciudad en su principal puerto de exportación de cereales, haciendo que viviera de nuevo un fuerte crecimiento económico y demográfico. Asimismo incrementó su grado de complejidad étnica, complementando las poblaciones germanas y estonias existentes con una considerable aportación de rusos. Durante la era soviética, Tallinn acogió las regatas de los Juegos Olímpicos de Moscú’80, que motivaron la depuración del frente marítimo, hasta entonces altamente contaminado por el vertido directo de aguas fecales e industriales, y la construcción del Linnahall, un gran palacio de deportes y conciertos que ofreció a la ciudad el primer acceso civil a una zona portuaria hasta entonces restringida al uso mercantil y militar.

A partir de 1991, recuperada la independencia de Estonia, Tallinn experimentó un nuevo boom económico, basado esta vez en las nuevas tecnologías y el turismo. Las primeras, fruto de la apuesta del régimen anterior por el Instituto de Cibernética, le han acabado valiendo el apelativo de Silicon Valley del Báltico. El segundo se basa sobre todo en los dos millones de finlandeses que, atraídos por la proximidad respecto a Helsinki ─80 kilómetros en la orilla opuesta del Golfo de Finlandia─ y el atractivo precio del ocio en Estonia, llegan anualmente al puerto en ferry. La bonanza económica ha supuesto transformaciones urbanas importantes pero de alcance irregular. Si bien se ha restaurado buena parte de Vanalinn, que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1997, la masificación turística ha diezmado el aura culta de algunos de sus lugares más significados. Además, otras partes de la ciudad, como el Linnahall y el frente marítimo, han caído de nuevo en desuso. Mientras tanto, las asperezas entre los diferentes grupos poblacionales, tanto lingüísticas como relativas al recuerdo de la dominación rusa, aún perviven y se manifiestan en la divergencia de los sentidos otorgados a diferentes puntos simbólicos de la ciudad. Prueba de ello son los violentos disturbios que en 2007 originó el desplazamiento de una estatua de homenaje a los soldados rusos de la Segunda Guerra Mundial.

Objeto de la intervención

En los últimos tiempos, Tallinn se ha acostumbrado a aprovechar la tregua estival para celebrar festivales de muy diversa índole que promueven la interacción social y atraen a visitantes. En otoño de 2010 se decidió organizar uno denominado LIFT11 y enmarcado en la capitalidad europea de la cultura, que la ciudad debía acoger al año siguiente. El festival quería superar los recelos suscitados por los monumentos públicos en una ciudad étnicamente dividida y de historia controvertida, transformar su lenguaje y renovar sus discursos a través de diferentes instalaciones efímeras desplegadas por todo el tejido urbano. A tal efecto, se convocó un concurso abierto a creadores locales. También se invitó a un arquitecto japonés a realizar su propia propuesta.

El encargo no predeterminaba la ubicación exacta de las intervenciones, ya que la elección del lugar y el establecimiento de un diálogo con él formaban parte del reto. Era preciso que las actuaciones evidenciaran los valores ocultos o las potencialidades latentes de sus entornos urbanos y que los rescataran de la banalidad, de la mirada acrítica o del pintoresquismo de la postal turística. Buena parte de las cerca de ciento treinta propuestas recibidas eran obra de jóvenes creadores que, para sorpresa de los organizadores, se mostraron muy decididos a la hora de resaltar las carencias del planeamiento urbano vigente y de resolver sus debilidades. Se seleccionaron diez que, junto con el proyecto japonés, dieron lugar, entre junio y octubre de 2011, a once intervenciones urbanas diferentes.

Descripción

Cuatro de las propuestas elegidas optaron por situarse en el barrio portuario de Kalamaja («Casa del pescado»), sede del Linnahall y antiguo emplazamiento del cementerio más antiguo de Tallinn, que fue arrasado por los soviéticos. Las cuatro resaltaban el potencial que la adyacencia a la costa y la proximidad del casco histórico aportan al sector, al mismo tiempo que denunciaban su estado sumamente deteriorado y abandonado. Una de ellas, bautizada como «El muelle», recubrió los pedazos de un embarcadero de hormigón completamente troceado con tarimas de madera que dulcificaba sus superficies y las hacían aptas para echarse junto al agua. Otra, titulada «Kalarand» («Playa de los pescadores») habilitó para el baño una franja costera mediante la disposición de tarimas, vestuarios, bancos y cubos de basura. Se colocó un cartel con los resultados de los análisis acerca de la salubridad del agua y se la etiquetó irónicamente como «playa donde nadar a riesgo de uno mismo». Propuesta por los propios vecinos, esta intervención quería protestar contra los planes urbanísticos que amenazaban con convertir la playa en un complejo náutico y residencial, al mismo tiempo que reclamaba su conversión en un espacio público de baño. Las otras dos intervenciones de Kalamaja actuaban directamente sobre el edificio del Linnahall, acusando de retórica la promesa municipal de «abrir Tallinn al mar» y denunciando el abandono del edificio. Una, denominada «En el mar», lo hacía desde la cubierta, donde plantaba una serie de plataformas que ofrecían formidables miradores sobre el mar Báltico. La otra, con el nombre de «Carillón», quiso atraer a visitantes colgando en el techo del pasaje que cruza el subsuelo del edificio una red de pescar llena de campanillas.

Las tres propuestas que eligieron como escenario el casco histórico de Vanalinn pretendían rescatar algunos valores perdidos en el olvido o bien crear en ellos nuevos sentidos. Una de ellas, «O», era una bola neumática negra, de unos tres metros de diámetro, que rodaba azarosamente por todo el barrio, taponando calles y saltando obstáculos para provocar la extrañeza y la interacción de los peatones. En la esquina de las calles Harju y Vana-Posti se instaló una misteriosa escultura titulada «Tütarlaps kloaagis» («Chica en la alcantarilla») en alusión al homónimo poema de Juhan Viiding, escritor oriundo de Tallinn. Consistía en un par de manos femeninas que asomaban por la reja de una alcantarilla situada delante del café Pegasus, en la Casa de los Escritores, epicentro de la vida literaria de la ciudad durante la época soviética que con el tiempo ha ido perdiendo su aura. Por su lado, la calle Roosikransti fue objeto de una intervención denominada «Audio-Tour», que ofrecía a vecinos y visitantes la oportunidad de conocer los secretos de sus edificios históricos a través de una visita guiada grabada en mp3. La locución podía descargarse libremente en los teléfonos móviles y estaba también disponible en reproductores que se prestaban gratis en la propia calle.

Las últimas cuatro intervenciones se localizaron, de forma más dispersa, en la periferia oriental de Tallinn. Los «Detectores» eran dos estatuas colosales plantadas junto a la autopista que penetra en el distrito de Lasnamäe. Reproducían las figuras volumétricas de dos de sus vecinos, escaneadas en tres dimensiones y simplificadas en facetas planas a través de un programa informático. Una vez fabricadas en el taller, las facetas se ensamblaron in situ para conformar dos volúmenes monumentales que aportaban carácter extraordinario a la cotidianidad de un vecindario sin atractivos turísticos. La propuesta «Soodevahe» llamaba la atención sobre los valores ocultos y amenazados del distrito homónimo, anexo al aeropuerto y ocupado por un poblado estacional de chabolas ilegales. La previsión de ampliar el aeropuerto, motivada por el apogeo del turismo, planteaba el derribo del asentamiento informal. Durante su último verano de existencia, se convocó a los habitantes de Tallinn a descubrir el encanto de este paraje a través de una serie de actividades organizadas como un festival dentro del festival. Supusieron la restauración de chabolas, la creación de un observatorio de aviones, la organización de un concurso de jardines, la apertura de un café y un teatro o la inauguración del SoMu (Museo de Soodevahe), que exponía materiales sobre el desarrollo histórico del lugar, junto con propuestas alternativas a su destrucción. Respecto a la «Colección de adhesivos Queer», consistió en la publicación de un libro gratuito de etiquetas adhesivas que, diseñadas por diez creadores diferentes, invitaban a la gente a personalizar el espacio urbano con reivindicaciones transgresoras de la oficialidad. Por último, la propuesta «Sendero en el bosque», obra del arquitecto japonés expresamente invitado por el festival LIFT11, era una pasarela peatonal que serpenteaba entre los árboles del parque del palacio de Kadriorg, construido por el emperador Pedro I de Rusia. Los noventa y cinco metros de recorrido de la pasarela se soportaban sobre un tubo de acero curvado que se apoyaba tangencialmente en los troncos de los árboles, de modo que la ausencia de cualquier estructura vertical le otorgaba un aire grácil y delicado.

Valoración

Tal y como haría un antropólogo, las instalaciones efímeras del LIFT 11 proyectaban miradas extraordinarias sobre cosas ordinarias. El festival logró así que muchos ciudadanos visitaran ligares ignotos, olvidados o simplemente desapercibidos y que vieran el espacio urbano desde perspectivas frescas y renovadas. Los beneficios de ese verano de excepción en que Tallinn se entregó al ejercicio de la mirada intencionada fueron dobles.

Por un lado, la ciudad se puso a prueba a sí misma, convirtiéndose temporalmente en un laboratorio pedagógico en el que prácticamente todo estaba por hacer porque todo era posible. Con su variedad de escala, tipo, aproximación y duración, las instalaciones se adaptaban a la idiosincrasia de sus emplazamientos para revelar lugares de oportunidad y rescatar significados perdidos en el olvido, mientras hacían emerger el talento de los jóvenes creadores locales que las propusieron. Los nuevos usos y sentidos otorgados a los lugares y las formas con que la gente se apropiaba de ellos establecían bases y precedentes para posibles actuaciones futuras. También servían para romper prejuicios contra el arte público y fomentar la conciencia colectiva sobre las ganancias, los costes y los efectos colaterales de las actuaciones urbanas.

Por otro lado, el LIFT11 tuvo un efecto democratizador. Aparte de denunciar negligencias inexcusables de la administración local, reivindicaba la necesidad de recuperar verdaderamente el frente marítimo como espacio para todo el mundo, de evitar que se perdiera la autenticidad del casco histórico bajo la presión turística o de incluir determinadas realidades periféricas en el mapa oficial de la ciudad. Una buena cobertura mediática hizo que el LIFT11 encendiera el debate sobre la posibilidad de que algunas de las once intervenciones efímeras, como los «Detectores» o el «Sendero en el bosque», se convirtieran en permanentes. Pero, sobre todo, permitió que los vecinos de Kalarand y Soodevahe lo usaran como una herramienta de expresión democrática para dar a conocer su oposición a los planes del gobierno y hacer oír sus esperanzas y sus miedos. Al fin y al cabo, el LIFT11 demostró la capacidad de las instalaciones urbanas para fomentar una sana promiscuidad entre personas de diferentes generaciones, orígenes étnicos y estratos sociales.

David Bravo │ Traducción de Maria Llopis

[Última actualización: 18/06/2018]

Ficha técnica

CIUDAD: Tallinn
PAÍS: Estonia
INICIO DEL PROYECTO: 2009
INICIO DE LAS OBRAS: 2011
FINAL DE LAS OBRAS: 2011
DIRECCIÓN DE OBRA: Margit Argus, Margit Aule curators of LIFT11
CONSTRUCTORA: varies
SUPERFICIE: 20.000 m²
COSTE: 180.000 €
WEB: www.lift11.ee

Créditos

PROMOTOR:
KAOS Architects

AUTORES:
Path In The Forest by Tetsuo Kondo Architects Tetsuo Kondo, Mitsuru Maekita, The Pier by Siiri Vallner and Indrek Peil Siiri Vallner and Indrek Peil, Kalarand by Toomas Paaver, Teele Pehk and Triin Talk Toomas Paaver, Teele Pehk and Triin Talk, To The Sea by Tomomi Hayashi Tomomi Hayashi, Chime by Juhan Rohtla, Joel Kopli and Koit Ojaliiv Juhan Rohtla, Joel Kopli and Koit Ojaliiv, O by Aet Ader, Andra Aaloe, Kaarel Künnap, Grete Soosalu and Flo Kasearu Aet Ader, Andra Aaloe, Kaarel Künnap, Grete Soosalu and Flo Kasearu, QUEER STICKER-COLLECTION by Anna-Stina Treumund and Jaanus Samma Anna-Stina Treumund and Jaanus Samma, Audio Tour by Kadri Klementi Kadri Klementi, Girl In The Sewer by Raul Keller Raul Keller, Detectors by Raul Kalvo Raul Kalvo, Soodevahe District by Timo Toots Timo Toots

COLABORADORES:
KAOS, Margit Argus, Margit Aule.

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